viernes, diciembre 02, 2005






Una chica y un chico se encuentran en una ciudad tras no haberse visto en años. Al principio se cruzan en un paso de cebra, se miran y cada uno llega a su acera, pero él después de meditar cae en la cuenta de que la conoce y da vuelta atrás. El chico va tocar a la chica en la espalda, pero se retrae, se lo piensa, y decide seguirla de cerca. Su pelo sigue siendo como él lo recuerda; rubio, largo y lacio, sigue moviéndose al paso lento de la muchacha, con un vaivén casi hipnótico. Los tacones de la chica suenan fuerte contra el suelo, y nota que la gente de ambos sexos se para a mirarla. Debe de ser tan sexy como lo era antes, piensa el muchacho. Un mendigo que también se para al pasar la chica se da media vuelta balbuceando una frase apenas entendible dado su estado embriagado. Alza una mano, y al chico le parece que va a tocar a la chica que no se da cuenta de ello. Pero el chico intercepta al mendigo y le aparta la mano. La muchacha sigue caminando. Toc, tac toc, el móvil le suena dentro del bolso, ring ring ring, ella lo saca sin perder el ritmo de su andar y habla.

_ Hola? Si, estoy en camino. Vale, hasta ahora.

El chico reconoce su voz. El paso de los años quizá ha madurado el tono, pero sigue siendo ella. Se pregunta adónde irá, vestida así, quizá a una fiesta. Quiere tocarle en el hombro, ver su cara de sorpresa, pero aguanta la curiosidad y la sigue. Quizá no sea una fiesta a la que vaya. Quizá se viste así siempre. Las aceras están llenas de gente. Gente que camina, que está quieta, que grita, que espera. Es curioso porque cuanto mas gente se encuentra el chico en las aceras más desapercibido le parece pasar. Por un momento el chico se para, y se pregunta qué está haciendo. Se imagina a su madre viéndole y reprochándole el seguimiento de una chica, pero él se calma pensando que lo hace realmente para darle una sorpresa a una vieja amiga. Los minutos pasan de forma eterna. De repente el cielo le pone a prueba, y ve como a ella se le cae un pendiente cuado se aparta la melena del rostro. Lo recoge pero otra vez no le dice nada, se lo dará una vez hayan hablado. Se lo guarda.

Esta vez ocurre algo. La acera empieza a bajar hacia una plaza con fuente en medio. No tiene donde esconderse y tiene que parar dentro de un portal para que no le vean. Ve que la chica sigue caminando hacia abajo y decide meterse dentro de una cabina telefónica. Le extraña. Sabe que ella lleva un móvil consigo. Pero es una chica. Ella, mientras parece hablar por teléfono da grandes giros, buscando algo alrededor de la fuente o en la plaza donde se encuentra. El chico apenas asoma la cabeza del portal, curioso por ver y saber qué está pasando. La chica lleva un objeto que él no había visto antes; un maletín. Lo deja en el suelo. Quizá algo alejado de ella, piensa el chico. Al fin y al cabo estamos en una ciudad, no es muy seguro dejar las cosas así mientras se habla por teléfono.

Efectivamente. Alguien ha divisado el maletín mientras ella habla por teléfono. Sería raro que apareciese de repente el chico en la vida de la chica justo cuando le van a robar a ella el maletín. Bueno, quizá no, caído del cielo más bien. ¿Qué hacer? Para su sorpresa el que se acerca a ella es el mendigo bebido, que parece caminar mejor ahora. Se agacha y se lleva el maletín. Es extraño, pues ella le ha visto y no reacciona. Sigue hablando por teléfono. El chico no sabe qué hacer. Ella se da la vuelta, mirando hacia el tráfico, es el momento perfecto para el chico y este sale de su escondite y se lanza hacia el mendigo, al cual divisa aún acera abajo. Sin que este se de cuenta el chico se abalanza encima suyo. El mendigo mas sorprendido que asustado está gritando. “ Al ladrón! Al ladrón!” El chico no tiene miedo. Es más, tiene una misión, la de defender a la chica. No le importa nada, solo el maletín. Forcejean. De vez en cuando mira hacia la cabina, pero de repente la chica no está. El maletín se abre. Los billetes de 50 euros salen volando en todas direcciones. La calle está plagada de billetes. La calle está plagada de gente. La gente está emocionada. El mendigo se queda boquiabierto. Está confundido. Este no era el plan. También el chico está algo confundido. Al quedarse otra vez quieto mirando a al cabina, el maletín se estrella contra su cabeza. El mendigo huye. El chico cae al suelo.

El chico abre los ojos. Tiene un policía encima de él. Tiene la cara aplastada contra el suelo y le están leyendo sus derechos. Al levantarle y meterle en el coche patrulla puede ver que hay un cuerpo en la carretera, al lado de la cabina. Es la chica. Está muerta. El pendiente que algún policía con suerte encontró en un bolsillo del chico y que hace juego con el que le falta a la chica le ha condenado. Quizá sólo esté un día en prisión, pero la verdad es que piensa, al arrancar el coche patrulla y llevárselo de ahí, que podía haber sucumbido al deseo y a los consejos imaginarios de su madre, más que a la curiosidad y haberle tocado en el hombro y haberle preguntado cómo le iba la vida.

The End.
Por cortesía de : Gideon Richardson.

2 comentarios:

virginia dijo...

d, no he borrado los coments, es que tuve que volver a re-editar los textos y se borraron.bechi.

Unknown dijo...

ummm entretenida historia, en mi humilde opinión quedaría algo mejor si desvelas que se trata del mismo mendigo una vez ha saltado sobre él, hasta entonces bastaría con que fuese "un tipo". Al aparecer de nuevo el mendigo tomando el maletín alejado, el lector (al menos yo) imagina enseguida que se trata de una venta de droga o un pago, y sabe que sucede algo extraño, por lo que el desenlace resulta algo menos sorprendente.
Sea como sea, la historia es buena, y mi opinión la de un profano. No la tengas demasiado en cuenta.

Un saludo.