lunes, mayo 31, 2010

Una tarde cualquiera


En una tarde cualquiera se pueden dibujar
pequeñas líneas que se abren
en el cielo,
trazos que se forman y se salen
del contorno de tu figura
y tras tu sonrisa se cuelan como luciérnagas encendidas
las cosquillas del atardecer,
las rarezas estampadas en un lienzo en blanco.

En una tarde cualquiera llegas con la primavera metida
en las ondas de mi pelo,
y como un niño a punto de despertar
imaginas paisajes de un libro inventado,
mientras te escondes en mis ojos,
susurrando canciones,
liberando pesadillas de un mundo gris.

En una tarde cualquiera te acercas
con la calma precisa de tus manos,
con un leve toque de escritor,
y trazas en las comisuras de mi boca
una historia aún por inventar.

En esas tardes atrapo el infinito
en mis manos,
tanto que podría mecerlo para dormirlo
tanto que podría recortar el tramo de una ola
y coserlo en el tejado del cielo.
© Virginia Fernández “Una tarde cualquiera”

jueves, mayo 27, 2010

Mudanzas



Movimiento I
No name

Con el destierro que siento al ver el mar de frente,
llego con el infinito metido en el pecho,
con ese silencio de atardecer tullido, de caramelo,
de ojos entreabiertos y
de media sonrisa,
llego a tu cintura de girasoles amarillos,
de viento que despeine tu flequillo
y no tengo nombre:
solo ojos,

Movimiento II
Atardecer

Mis pies descalzos en la arena
despliegan el atardecer hacia rutas de color pastel
me miras de soslayo,
te apoyas en mi espalda:
sonrisa.

Movimiento III
Noche

El sueño me acoge en sus brazos desnudos:
oscuridad.

Movimiento IV
Final

Luna infinita
cara congelada
riachuelo de besos.
Con un temblor de mariposa que escapa por la ventana
te digo: no te necesito.

© Virginia Fernández “Mudanzas”

lunes, mayo 24, 2010

Noches de insomnio

En noches como ésta es fácil adivinar a través del cristal,
o a través de las paredes
los movimientos ajenos,
un vaso que cae,
quizás un teléfono que suena en el silencio.

Imagino tu mano sobre la almohada,
aproximándola hacia alguna piel anónima,
una película muda,
y yo, suicida de noches de insomnio,
contemplo imágenes,
desnudo sábanas
alegoría del despertar.

En noches como ésta es fácil imaginarte
haciendo un tratado de filosofía,
meditando bajo una luz tenue,
tomando un té.

Yo, descalza me aproximo hacia el amanecer,
suicida de noches de insomnio,
paseo puertos,
temporalidades que no quieren
formar parte de las agujas del reloj,
yo, meditabunda nocturna,
como metáfora a punto de despertar,
espero.

© Virginia Fernández “Noches de insomnio”

jueves, mayo 20, 2010

Le Hèrisson



Usted me hace pensar en un erizo,
                                    por fuera está lleno de pinchos,
pero por dentro es tan refinado como ese animal, 
tremendamente solitario
y terriblemente elegante, usted,
ha encontrado el escondite perfecto.
                        -Le Hèrisson-

Camina lentamente sobre paisajes
de oblicuidades inciertas,
recorre páramos de tristeza,     
de vacíos difíciles de llenar,
de inviernos infinitos,
de lluvia en el cristal.

Observo desde este escenario
su mirada esquiva,
su pausado deje,     
su constante anhelo,
sus ansias de poesía.

Él, increíblemente sabio
en su pequeño reinado,
me conoce y me intuye,
lee de mis ojos, escruta,
disimula.

No se intimida
ni se muestra,
Erizo sin espinas,
extremadamente bello,
ligero, altivo.

El silencio es su batalla ganada,
actúa en la sombra mientras
trama malabarismos impares,
mientras crea
pequeños momentos de magia
para mi alma humilde de ser humano.

© Virginia Fernández “Le Hèrisson”

martes, mayo 18, 2010

Palabras formando un poema (Poética Herta Müller)



Que los sentimientos
lleven faldas de cristal
con plisados de hierro
nada tiene que ver
con preguntas fundamentales

-Herta Müller-




Una mesa de palabras
crea un escenario particular,
recortadas al azar,
cogidas prestadas de cualquier periódico,
se acumulan
y haciendo un poco de papiroflexia cuentan.

Adoptan forma propia
y por supuesto no se pueden
limpiar,
ellas, con grandes signos de interrogación
me hablan y me dictan
y escogen una pareja que las haga especiales.

Ellas son ligeras,
y se duermen en un cajón,
pobres palabras escondidas,
esperando en una estación de tren
que las lleve a la forma de un poema.

Igual que la propia vida tienen límites,
los que marca este trozo de papel,
nunca sabré si prefirieron quedarse escondidas
o salir a la luz,

Nunca sabré lo que ellas opinaron,
pero yo las ordeno en forma de poema escrito en una postal
con palabras que recorté
en una antigua estación de tren.

© Virginia Fernández “Palabras formando un poema”

lunes, mayo 17, 2010

Calles sin nombre




Te busqué allí
en las calles del absurdo,
mientras los anocheceres me acompañaban sin hablar,
en ese lugar donde alguien me proporcionó un descanso en mi noche,
donde sólo tú o quizás el color de tus ojos podría entender
mis palabras.

Allí te esperé inerme,
preguntándome sobre tus cuestiones metafísicas,
el azar, Kafka y su metamorfosis,
tal vez un cuadro.

Alguien desde un balcón abierto podría matizar
ese pensamiento, esa descripción,
interiores que se asoman a la luz
ver un amanecer,
un libro abierto,
augurios de esperanza.

Mis ojos te esperaron en ese lugar de la media luna,
donde sólo nos reconocemos por nuestro tacto,
donde las calles se llaman anónimas.

Allí donde todo carece de explicación,
dónde la lluvia nos sigue sorprendiendo,
en ese absoluto surrealismo,
en ese estado metafísico,
en ese entendimiento de ojos y miradas.
Allí en ese sitio al que nadie supo llamar con un nombre.

© Virginia Fernández “Calles sin nombre”

jueves, mayo 13, 2010

Princesas



Ellas, tan solas,
pasean por la calle cogidas de la mano,
hacen malabarismos por las líneas del amor,
requiebros a la luna,
y de contrabando reclaman un pedazo de cielo.

Están preparadas para dar,
nunca viceversa,
se calzan botas altas,
faldas peligrosamente cortas.
Ellas, tan libres,
esperan a un príncipe
que las salve de su destino.

Sueñan con que un día
alguien las recoja a la salida del trabajo,
les regale flores.
Ellas,
reciben la visita inesperada de almas solitarias,
aman el pecado, libres de todo mal.

Víveres de contrabando,
Carne de libre mercado,
Princesas,
Increíblemente tristes,
Increíblemente maltratadas por la vida.

© Virginia Fernández “Princesas”

domingo, mayo 09, 2010

El lector de poemas


Lo amé por primera vez en una tarde lluviosa,
aunque él no me conozca,
amé sus rizos cayendo sobre la frente,
sus ojos apaisados,
su postura al girarse por alguna interrupción:
alguien que pasa, una música lejana que suena,
el sonido de la lluvia en el cristal.

Lo amé mientras leía algún viejo poema,
sus grandes ojos fijos
su forma de mirar esa cuartilla amarillenta
de un libro de segunda mano,
un libro que alguien olvidó en alguna librería.

Amé esa sonrisa,
aunque él no me miraba,
Yo, anónima mientras él se sumergía en ese mar azul claro
que puede suponer una lectura,
él transformado, nadando en un cuadro de Dalí.

Todas las tardes creé
ese pequeño microcosmos entorno a él,
ese universo sin medida,
en el que seguramente usted
lector, también habrá estado alguna vez.

Todas las tardes lo busqué con la mirada,
sin que conociera mi nombre,
sin que supiera de mí.
Todas las tardes sonrió,
al pasar una página,
al saberse observado.

© Virginia Fernández “El lector de poemas”

martes, mayo 04, 2010

Al poeta



A ti que sabes comprender

Qué de anocheceres te habrán visitado las musas.
En tu solitario estudio te imagino,
cambiando impresiones con Brines o
contemplando un bombín de Magritte,
un cielo sin estrellas.

Qué de estallidos musicales imagino en tu risa,
enloquecida por alguna metáfora disonante,
Rimbaud debería de estar orgulloso,
reirá desde el más allá,
reirá con tu risa,
y alzará una copa de vino a tu salud.

Sólo tú comprendes la soledad del poeta,
sólo tú sabes entender su amargura,
o su alegría, a ti van dirigidos estos versos.

Qué de notas musicales salen de tu pluma,
qué sola se queda la noche cuando te vas,
a ti poeta, dedico estas líneas,
a ti, que sabes entender.

© Virginia Fernández “Al poeta”
Imagen: René Magritte