sábado, septiembre 30, 2006

Volando

Poco sé de la verdad categórica. Me van a perdonar pero no admito la lógica antilógica de la logística exacta. La verdad es que me pongo nerviosa cada vez que algún tipo me viene con la ciencia lógica de la exactitud de las narices. Me llamarás extravagante pero no admito en mi modesta opinión ni un minuto y tres segundos de tu magnificencia absoluta y del todo que te empeñas en pasear por la ciudad vieja en las noches frías montevideanas. Noches en las que se me saltan las lágrimas de puro frío que recala los huesos y es imposible recuperar. Bueno sí, puede que se pase el frío con algo de alcohol etílico mezclado con jugo de naranja preparado por Doña Chola, pero no siempre.
Me pregunto una y otra vez por qué se empeñan en hacernos creer que existe realmente esa verdad categórica, esa que algunos llaman la verdad verdadera, verdad como axioma, precisión matemática, dogma, exactitud, máxima, verdades amargas, irreflexivas e inviolables, verdades de a folio, científicas, que duelen, verdades como puños cerrados. Yo te digo no a eso, a lo otro y a todo lo demás, lo grito y me encaro contigo, así, sin más.
No, porque existen millones de matices, colores, no sólo uno, no sólo el blanco y el negro, sino miles. Existen las nubes donde perderse pensando, andar todo el día volando en ellas, a mí me encanta esa sensación, adoro lo irreal, lo que se desdibuja de nuestros ojos al cerrarlos, porque la vida es cambiante, la relatividad existe, y es lo que nos mueve. No puedo concebir la vida sin hacer volar mi imaginación, por eso me encanta el Espantapájaros I de Oliverio Girondo, porque yo tampoco concibo la vida sin volar, y mucho menos hacer el amor sin estar volando.

Virginia Fernández “Volando”

lunes, septiembre 25, 2006

El viento

Justo me asomé y te ví, andabas despistada por la calle, tu mirada me atravesaba sin verme, caminabas sin rumbo aparente, eras tan linda y tan ajena a la belleza que trasmitías, tu rostro pálido tenía una tristeza que sobrecogía, no pude evitar seguirte en tu paseo, doblaste desde la rambla hasta coger la avenida Mediterráneo, al llegar a la plaza de la Habana, torciste entrando en tu calle, donde vivías , era un edificio antiguo, muy alto, con tonos amarillentos que se notaban en decadencia, fue construido a principios de siglo por tus bisabuelos, todavía recuerdo cuando aquel lugar eran solares en los que apenas había nada, sólo algunos gatos que jugaban al parchís conmigo.
No era la primera vez que te seguía, me gustaba acompañarte en tus paseos, aunque no te dieras cuenta de mi presencia. Mis pasos eran más rápidos que los tuyos, pero yo paraba para ir a tu paso y así poder tocarte la cara.
Imaginaba historias imposibles, que me rompían el corazón, te estrechaba en mi abrazo sin que apenas lo percibieras, corrías de mí cerrando los ojos.
Intentaba seguirte pero en tu casa no podía entrar a no ser que me abrieras el balcón o la ventana, pocas veces lo hacías, me quedaba sin aliento mirándote a través de la ventana, observaba como te preparabas un baño o te sentabas a leer en el sofá.
Tu palidez me asustaba a veces, pensaba que te ibas a desmayar y ya nunca ibas a despertar, era tal mi obsesión que nunca abandonaba tu ciudad, apenas dormía velando por ti.
España no estaba en sus tiempos mejores y cada vez que salías a la calle me entraba un desasosiego que hacía que soplara con más inquietud, soldados por las calles no dejaban expresarse a nadie con dignidad, un velo que traslucía la realidad y mataba la libertad. Un día entraste en un edificio oscuro y ya nunca más saliste. Yo abandoné para siempre la ciudad.


Virginia Fernández “El viento”.

lunes, septiembre 18, 2006

No llores


Fotografía: Manuel Gallardo

miércoles, septiembre 13, 2006

Soñando

Yo te imagino así, sentado en una duna, con un turbante en la cabeza, sin dejar ver las canas, sin afeitar, mirando al infinito, pensando en las estrellas, en mí, recordando el poema 20 de Pablo Neruda, tarareándolo en tu cabeza, con barba de guiri , imaginando historias de guerreros y doncellas, vestido de pantalón y camisa marrones, intentando salvar el mundo a gritos que nadie oye, echando de menos el tiempo sin prisa que se vive en nuestro sur querido y anhelado cuando no se tiene, porque aunque tu estés más al sur de nuestro sur, éste siempre será el de la paz al mirar el mar y lo echas de menos, porque te conozco, aunque sigas sonriéndole a la vida y no me digas nada , me sonríes desde lejos, tocándome, pero sin mirarme a los ojos, nunca miras a los ojos.
A ratos te imagino sin embargo creyendo en ese cielo azul que te construiste a ti mismo para no herirte y que no te hirieran, y recordando las historias contadas a fuego lento de atardeceres de invierno y sobremesa, maldiciendo tu suerte y la de los tuyos, por haber nacido en tierra extraña, y no ser nada siéndolo todo, pero no te das cuenta, creo que nunca lo harás.
O de puro aburrimiento fotografiando las ramas de los árboles que no hay donde tú estás.
Cocinando en fuegos hechos con las manos, como antes lo hicieron otros, que se acostumbraron a esa vida y nunca se quejaron, luchándole a la vida sin pedir nada a cambio.
Como dijo el Florencio grande, a ratos me parece que el mundo es un conventillo grande y todos sus habitantes iguales en sus desilusiones y ansiedades, pequeñas vidas y sueños inalcanzables. En el fondo te admiro aunque no te lo diga. Y te imagino así desde este sur que te extraña a ratos.

Virginia Fernández “Soñando”

Viviendo

Yo te imagino así, llegando lenta mientras te espero, sin sorpresa, alargando la mano de tu abrazo para compartir el camino. Te imagino simple y clara, rotunda y silenciosa y escucho tranquilo la melodía de tu mensaje.
Serán los pájaros y la tierra, los niños y los árboles, los restos que serán de otro al marcharme contigo, lo que quede atrás y sea testigo de que nunca estuve. Dejaré la puerta abierta para que entre un viento tímido por las escaleras barridas, la cocina apagada y el salón oscuro e inerte y las plantas de mi terraza habré liberado allí donde la tierra aun respira y habré terminado de escribir mi ultima carta.
Habré estado de negro y solo mucho tiempo y mi guía será el sol, quemando los minutos últimos de mi razón en la cegadora luz de tu beso. Te imagino así, mientras muero viviendo.


Gideon Richardson “Viviendo”

domingo, septiembre 03, 2006

Pensamientos

Hay estancias en las que uno se siente a gusto consigo mismo y no quiere salir nunca, son agradables y se está bien, a mí por ejemplo me encanta estar en la cama siempre, pero uno no puede estar todo el día arriba de la cama por mucho que nos guste, llegaría un momento en el que nos agobiaríamos, porque en eso consiste, algo nos gusta mucho si no podemos tenerlo siempre, porque si lo tuviéramos quizás dejaría de gustarnos.
Hay momentos en los que hay que salir al mundo y afrontar la realidad. En invierno por ejemplo es la mejor época para invernar, ya lo dice la palabra.
Recuerdo una vez que estuve una semana entera sin salir de la casa, era una semana que tuve vacaciones, me quedaba una semana del año anterior que no había disfrutado, era invierno y se estaba bien, la chimenea estaba encendida y afuera lloviznaba, porque donde yo vivo llovizna, no llueve y cuando llueve es una fiesta, y cuando nieva más. Un día del invierno pasado nevó y no quería ir a trabajar, quería estar todo el rato asomada a la ventana y ver todo blanco, era lindo y me daba una sensación de paz.
Estuve sin salir toda la semana y cuando por fin salí al mundo, me di cuenta que el mundo existía y a veces era feo, porque la gente hacía cosas feas, a veces bonito, porque también hay miles de cosas por las que seguir, aunque por las mañanas te levantes, vayas andando hacia tu trabajo, y antes de llegar a él ya encuentres a gente que ha pasado la noche debajo de un puente, tapada con unos cartones, hay que salir de casa e intentar vivir porque si no, en un país donde los niveles de pobreza superan con creces a todo lo que lo rodea, una persona no viviría más de cincuenta años, moriría de pena o de hambre.

Virginia Fernández “Pensamientos”.

viernes, septiembre 01, 2006

Auxilio

Foto: Manuel Gallardo