viernes, marzo 31, 2006

Mi yo conmigo y sin mí

Estaba hasta las cejas de barro cuando te vi aparecer por la esquina, abrumas con tu mirada de ausencias que no esperan, de gritos ahogados, de pasos agigantados, de sufrimientos y despertares sin mis ojos, de buscarme entre la gente, por el metro, por el parque, de felicidades instantáneas, de ti sin mi, de echar de menos, de querer, de eso y de todo lo demás que ya sabes. Todo eso es lo que veo en tus ojos cuando te miro, cuando te veo aparecer por esa esquina, me pongo nerviosa al verte. Yo llena de barro te espero y despeinada como niña traviesa y mal criada que soy.
Te alegras al verme por supuesto y sonríes, yo estoy sucia, con barro en la ropa, con barro hasta las cejas y en la calle como siempre que me encuentras, es de casualidad, pero de una casualidad buscada, de esa que la sabes sin saber, la buscas sin buscar, te la encuentras de repente, te sorprendes y te alegras.
A ti te da igual que vaya sucia porque no ves mi ropa, sino a mi, a mi y a mis ojos, a mi y a mi yo. A veces lo saco a pasear y no lo dejo escondido. La verdad es que no me gusta dejarlo en casa, pero a veces no hay más remedio, ya sabes que odio tener que sonreír cuando no quiero, odio estar seria cuado quiero reírme a carcajadas, odio odiar, pero es así a veces. A ti tampoco te gusta odiar, te pones feo y malhumorado cuando lo haces, me da risa el pensarlo, en el fondo me gustas también así.
A ese yo es al que tú ves y te gusta claro, te llena de alegría porque te lo noto enseguida. A mi me gusta también, somos más felices mi yo conmigo que sin mi, y tú con mi yo. Somos pequeños, pero crecemos y nos alejamos.

Fin.

Virginia Fernández

lunes, marzo 20, 2006

Sweet bottle


Por cortesía de : Manuel Gallardo

lunes, marzo 13, 2006

Un caramelo dentro de un calcetín

Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy, un caramelo dentro de un calcetín, porque se tiene que estar muy a gusto, caliente y a oscuras para dormir todo lo que quieras, además los caramelos dentro de los calcetines tienen que endulzar la vida del que usa el calcetín por eso te metí uno dentro de tu par de calcetines, para endulzártela. Mira primero se endulzan los pies, luego las piernas, luego los brazos y sube hacia arriba hasta la cabeza y te sientes como borracho, pero es una borrachera diferente, como empalagosa y dulce a la vez. Estaba dormida y escuché el sonido, sabía que era el del tacto del caramelo dentro del calcetín, es un sonido muy particular, pero inconfundible suena como a desenvolver un regalo, como a envolver dentro de un periódico un libro, como cuando te regalan flores y las coges con cuidado para que no se rompan, no sé, ¿Cómo explicarte?, como cuando mueven bolsas y tu estás durmiendo, pero en la habitación de al lado y se escucha a lo lejos, es decir como el poema 20 de Pablo Neruda que dice : “Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos”. Pues así. El caso es que me hice la disimulada y pensé ya me ha pillado, sabía sin verlo que estabas tocando el caramelo, además sólo tú eres capaz de encontrar en un cajón lleno de ropa interior los calcetines que tienen caramelos dentro, y yo ya lo sabía sin verte reír, ya sabes como soy. También se como eres tú y sabía que justo después de ese sonido vendría la pregunta, es decir, ¿Qué hace un caramelo dentro de mis calcetines?. Me reí y ruboricé a la vez, pensando en qué estarías pensando, lo que pasa es que no te diste cuenta porque yo estaba dentro del edredón muy a gusto, casi como si fuera un caramelo dentro de tu calcetín, y no me veías la cara. Entonces escuché que me decías, ¿Estos calcetines son míos?, y no te lo pude confesar porque me moría de vergüenza, sólo te dije que no te comieras el caramelo y que los calcetines eran míos, pero en realidad son los tuyos, los negros de invierno que me gusta ponerme para dormir, pero desde que metí el caramelo ya no me los pongo porque si no, no causarían el efecto, es decir el de endulzar al propietario, o sea a ti. De hecho te está endulzando, de a poco, se te nota cuando miras. El caramelo es un Sugus azul.

Fin.


Virginia Fernández.

Esto empieza

Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy, pero no puedo ser menos, qué le vamos a hacer. En el coche, una limusina, sentado sobre piel fina y bajo cristales ahumados, voy yo, de piel fina y llevo gafas ahumadas para que no se me reconozca. Quisiera parar el coche con una orden contundente. Bajar del auto, dejar el maletín en el coche, desbrocharme la corbata y lanzar al aire estas gafas y que el sol me ciegue. Unirme a los transeúntes, a esa familia que camina tranquila, o a esos chavales, que despreocupados, caminan sonrientes por la acera. Quisiera ese mismo peso sobre mis hombros, la de la vida cotidiana. Pero alguien tiene que preservar esto, y quien lo hace, no lo disfruta, créeme.
No recuerdo la última vez que fui “normal”. Creo que desde que fui elegido, la verdad, siempre he sido presidente. Uno deja de acordarse de lo que fue antes y da por sentado que siempre ha sido así, aunque caminé un largo trecho para llegar, se me ha olvidado el camino recorrido, sinceramente. El peso, que siempre es mucho, hace que las responsabilidades sean aplastantes para muchos, pero yo creo que he nacido para esto, es evidente. Detractores encontré al igual que mucho apoyo. Siempre dependiendo de los intereses de cada uno, incluso los míos, claro. Pero ahora estoy en la cima y hay mucho que hacer.
Estamos llegando. Esto está lleno de gente. No pasa nada. Los guardaespaldas salen antes, comprueban el perímetro, dan su consentimiento, podemos salir, está todo bajo control. Parece mentira, y suspiro. Vamos.
Espero que este partido lo ganemos, así estaremos un paso más cercano a Tercera Regional. Mojácar Fútbol Club lo merece. Te dejo, esto empieza.

Fin.


Por cortesía de : Gideon Richardson.

viernes, marzo 10, 2006

Sueños

Entró, observó, saludó y se fue. La habitación estaba iluminada, pero cuando se marchó cambiaron los colores, se oscurecieron por su ausencia. O ¿Serían mis ojos que lloraron e hicieron que el cielo fuera gris en ese momento? Su rostro era perfecto como de marfil, como de mariposa, como de luz y desapareció, como la lluvia, como la ausencia que deja la muerte, como la ausencia que dejó al morir. Al parecer es un sueño, ¿No os ha pasado a veces, que cuando despertáis de un sueño parece que todavía estuvieras en él?, eso me ocurre cuando despierto de un sueño de repente, por algo que te ha sucedido en él, que te ha hecho estremecer por miedo, alegría, y demás circunstancias fuera de lo normal que hacen que el subconsciente nos eche una mano y nos diga, tranquila, no pasa nada, todo ha pasado, era un sueño, despierta. Me desperté con esa sensación y tenía ganas de contártelo, contarte que te había visto, que estabas vivo y me abrazabas susurrando que no me enfadara si te ibas lejos, pero no estabas, no se que era peor, el sueño o la realidad. Estoy toda la mañana con esa sensación de estar viviéndolo aún, entre somnolienta y despierta ando, vago por las calles como un fantasma sin saber adónde ir, es una sensación de vacío, de soledad, pero a la vez de bienestar, de tranquilidad, de reconciliación con el mundo y todo porque te he visto, no se lo puedo contar a nadie, porque es una sensación rara, y muy mía. Además no sabría explicarlo. En la calle hay mucho bullicio, por las mañanas siempre es así, a medida que va pasando el día todo se va tranquilizando poco a poco hasta que la ciudad se duerme. Admiro la capacidad de comunicación que tienen muchas personas, a mi me cuesta mucho transmitir lo que pienso y siento. Antes no era así. Quedo con tu hermana para tomar un café en La Rambla, yo se que se preocupa por mí, intenta parecer optimista, habla sin parar, me cuenta un poco de todo y al escuchar su voz voy recobrando el sentido, voy despertando y dándome cuenta de que existe el mundo , me abraza y me da un beso. Voy tranquilizándome poco a poco. Se que esta sensación se irá, desaparecerá como todo en la vida, pero todavía no quiero dejar de pensar en ti, es pronto, mi conciencia tampoco me deja. Estoy triste. Algún día nos volveremos a ver, lo sé, por eso estoy tranquila.

Fin.

Virginia Fernández.

Bajo las estrellas de Agosto

Entró, observó, saludó y se fue. Sin más. Menudo era. Un mal bicho, como decían muchos. Escaso de palabras, sin apenas trato con nadie las pocas veces que aparecía por el bar. A mi no me extrañaba. La verdad, ¿qué había que decir? No mucho. Su mujer, siempre desaparecida, no le quería mucho. Es más, le quería poco, y él se pasaba las noches de verano buscándola, ya casi como un rito, mientras los demás le veíamos caminar, de puerta en puerta, de bar en bar, siempre con la misma pregunta en los labios. Incluso se podía decir que se había acostumbrado a ello, y que la búsqueda formaba parte de él y su relación con ella. Yo creo que en el fondo, por venir de donde venía, por su educación y su pasado, el buscarla ya era de por sí un acto de amor. El salir de casa, recién afeitado, bajo las estrellas de agosto, después de un horario laboral de 12 horas, en su busca, era amor. No tenía otro momento del día para hacerlo. Hubiera estado bien, no sé, que ella hubiera esperado, aunque hubiese sido un viernes cualquiera, a que él volviera, por lo menos una vez, que no tuviera él que buscarla, si no encontrarla, directamente, al abrir la puerta. Como camarero, filósofo y observador de la noche, se lo dejé saber a ella, una noche en que ella apenas se tenía en pie, cuando le serví la última copa de la noche. Esa que no se paga.
Sé que mi consejo hizo algo de mella en ella, creo que sé hablar a la gente y que me escucha. Cuando se lo sugerí, a ella pareció venirle algo a la mente, como si yo le hubiera dado una clave. Días más tarde supimos que efectivamente una noche de esas él la encontró en casa al volver, pero ella quizá lo entendió al revés, y le esperaba acompañada, en su propia cama. Creo que en el fondo, incluso las cosas que queremos decir con mucho ahínco, las cosas que nos quieren salir por el pecho, que no nos dejan dormir, esas cosas que realmente cambiarían nuestras vidas si las pudiéramos sacar, y que nos da tanto miedo decir, salen, por un lado o por otro, pero salen, en palabras o en acciones.
Ella se ha marchado del lugar para siempre con su amante. Feliz e infeliz a la vez. Me han preguntado, días después que dónde está él, ese mal bicho que no habla nunca. Yo les digo la verdad, que entró, observó, saludó y se fue. No como un emperador precisamente. Sigue buscando y creo que si, cualquier noche de estas me pregunta, le diré la verdad, que acaba de irse, seguramente en su busca.


Por cortesía de : Gideon Richardson.

viernes, marzo 03, 2006

Benedetti-Cortázar

Ya mi rostro de vos cierra los ojos, y es una soledad tan desolada.
Ya mi yo te da la espalda para cuando te vuelva a encontrar sea otra vez sorpresa como la primera vez y risa.
Ya mis labios se cierran, pero es en una sonrisa esta vez, pero de echar de menos sin llorar, claro.
Ya mis oídos no escuchan, ni buscan, ni nada, tienen frío y no está el gorro de invierno, ni la bufanda de colores, te los llevas. Y el gorro me echa de menos porque me quiere, me comprende y es tuyo. La bufanda te quiere a ti porque es mía. También llueve y hace frío.
Ya mis manos no están porque se van con las tuyas de paseo y se ríen de nosotros porque ellas se dan la mano y se besan en el parque delante de todos y no les da vergüenza.
Ya mis ojos no miran porque no te ven. O te ven sin mirarte. Entonces lloran.
Ya mis pies no quieren correr porque no estás para hacerlos reír. Y Tu rana se ha escapado desde que te has ido, estaba triste y salió a buscarte. Mi gato se fue con ella para que no tuviera frío por la noche.
Y cuando menos me lo espero, me doy la vuelta y estás ahí, entonces mis ojos sonríen, mi rostro parece de fresa, mi yo salta y corre. Todo se transforma, cambia, se da la vuelta para verte sonreír con cara de niño travieso. Además te quiero, y hace tiempo y frío.

Fin
Virginia Fernández.

Dulce pesadilla

Ya mi rostro de vos cierra los ojos y es una soledad tan desolada, porque al dormir no me mira y sin ser mirado ya no existo. Se cierran los mundos bajo sus párpados y no giro y se acaban las estaciones amorosas, y las nubes quietas, dejan de llover sobre los campos necesitados de mi piel.
Ya sus manos de vos no mueven el aire en que siento, y no hay aves libres en el cielo. Sin estaciones ni aves ni cielos, mientras ella duerme, devastado, la miro. Cruza galaxias en su dormir, cruza océanos de pensamientos galácticos y mares de estrellas que la quieren consigo. Mientras la miro, sus ojos estrellados de sueños dulces y lejanos y yo sobre la cama de tierra quieta, planto besos para cuando vuelva y que estén crecidos para que los recoja despierta.
Ya mi sueño de vos es cierto. Ya tu despertar ocurre, y siento vivo el tiempo, y voy a la cocina incierta de comidas muertas y preparo el desayuno. Mi vida. Buenos días.

Fin
Por cortesía de : Gideon Richardson.