viernes, junio 29, 2007

Acción versus pensamiento

Detrás de toda acción hay una protesta innata, es por esto que no hay vuelta atrás, hay que seguir adelante, hasta el final. Las acciones se vuelven irresponsables a veces, pero eso sí una vez empezada ésta, no se puede parar en mitad de la nada, porque sería como caer a un precipicio sin colchón debajo, o como estamparse en un cristal que no vimos mientras alguien que sí lo vio ríe impertinentemente mientras nos señala con un dedo acusatorio. Como si nosotros hubiéramos hecho algo mal, y es por esto y nada más que por esto que al terminar la dichosa acción nos sentiremos bien. No sé, es así de simple, o complicado, como lo quieras ver, es tal y como suena. Es como seguir un camino naranja en forma de río que al parecer no tiene fin, aunque sí lo tiene, lo que pasa que lo desconoces. A veces se compromete uno en acciones que van más allá del todo que las designa, y esto es complicado pues si entendemos la acción como el conjunto de hechos que buscan un fin, nos daremos cuenta de algo tan simple como que la acción en sí no tiene sentido. El lector es importante en estos casos, porque quizás es el único que se dé cuenta de esto. La literatura debe de ser guiada por el lector, y no al revés. Entonces y después de este breve resumen de la acción como tal, llega un momento en el que me pregunto si el pensamiento no se podrá considerar acción en algún lugar de ese camino naranja, he aquí otra vez la idea del camino en forma de río. Yo creo que el resultado al final es sublime, debe serlo. Mientras, anoto en mi cabeza: extrañar, echar de menos, acción, acción interminable, acción que no tiene fin en el tiempo o en el espacio, idea. Acción versus pensamiento.

Texto: “Acción versus pensamiento” Virginia Fernández
Foto: “Bajo el caballo de Artigas” Manuel Gallardo

viernes, junio 22, 2007

Momentos


Ejercicio 1: Pensarte 1

Es inconcluso pensarte, irrisorio, irracional, inadmisible, inconfesable, incongruente, incoloro, todo lo que quieras y que empiece por i. Es todo y nada a la vez, es un cúmulo de circunstancias sin final, es un agujero en medio del piso, o una estatua que ríe a los transeúntes en medio de la calle mientras pasas. Es incompleto, e inconcebible, es incomunicativo, inconsiderado, interminable. Es un interruptor en mitad de un bosque helado. Es una interrogación grande que se sale por la ventana porque no cabe. Es una heladera con patas, y que de repente te des cuenta de que se está fugando, eche a andar y te deje sin heladera la cocina, es antinatural. Es insuficiente e instintivo. Es insufrible, integral, intempestivo.
Y sobretodo, y ante todo es inconsolable.

Ejercicio 2: Trazos y retales de pensamiento

Pues el pensamiento está triste y jodido. Porque quieren callar su voz, pero su voz no se calla, grita cada vez más fuerte. Grita a la vez que intentan callarlo. Y dice que no lo van a callar, continua la lucha, pero ¿Es en vano su intento de reivindicación? Se siente como si fuera un espectador en primera fila, el único espectador de la obra, el primero que escucha y ve. El primero y el único que escucha, ve, y actúa, no sé. Al final, incertidumbre quizás.

Ejercicio 3: Pensarte 2

Es simple, como una fachada de Gata, de color verde, con una puerta, una ventana y un banco para sentarse a esperar, mirar el mar, sonreír. Que el pensamiento insondable inunde la única neurona viva que pueda quedar después del huracán de tu paso.
Es tan natural asomarme a cualquier rincón y que estés.
Siempre que te busco estás, pero es que sé que ya no estás.
Es tan natural asomarme a algún sitio cuadrado y encontrarte, comenzar a descender lentamente como el que baja peldaños a la pata coja, y ver que estás sentado, con las piernas cruzadas. Es inhumano, pero sigue siendo sobretodo, y ante todo, inconsolable.


Texto: Virginia Fernández “Momentos”
Foto: Manuel Gallardo “Gata”

Pintura

Cuadro seleccionado en XIII Maratón Nacional de pintura al aire libre “Ciudad de Vera “.
17 de Junio de 2007.

Pintura: Manuel Gallardo “En Vera, en un cortijo de la Media Legua”

domingo, junio 17, 2007

Describiendo algún sitio en la vida de un tipo

El sitio en el que se encuentra el tipo es simple, sencillo a la vista. Una inmensidad plana ante sus siempre asombrados ojos. El medio nunca deja de sorprenderlo, parece un niño con ojos grandes por la sorpresa, parece un niño mayor. Penetra en el medio inapreciablemente, casi a cámara lenta, para no ser notado, para no molestar, sin prisa, le gusta ese sitio. El sitio no tiene grandes complicaciones impuestas por el entorno, por la sociedad. Él proviene de una sociedad agresiva, competitiva, sin embargo le gusta este sitio dotado de sencillez, sitio que no exige rápidas respuestas, ni contrapartidas. Su habitual manera de hacer las cosas lo acompaña aquí. Él se crea su propia estratosfera, entra en el medio de manera lógica, y sin grandes estruendos, e importante, sin destruirlo. El tipo dice: Aquí hay tejados y calles desde donde mirar al cielo, hay curvas que se desvían a lugares inciertos, hay espacios planos, y ecosistemas de ti. Eso es lo que más le gusta, a la vez apunta en su agenda: siento, estoy. Digo yo que cuando el tipo se pone a filosofar mejor no preguntar por el significado de las palabras que forman su trabalenguas particular, mejor no entender. Su micro-mundo no es otro que ver amanecer al lado de un lago singular, nada tópica esa manera de hacer. El tipo no aguanta pesados soles sobre su espalda, ni lunas que ya amanecieron de puro cansancio. Así de simple se plantea la vida, no espera nada a cambio, y sin embargo recibe todo.
El tipo sabe que cuando lo ataca la vida común, siempre estará ese sitio, que sólo él conoce. El único sitio donde encuentra la paz. La única receta para el ataque de la razón.

Texto: Virginia Fernández “Describiendo algún sitio en la vida de un tipo”
Foto: Manuel Gallardo “Vista de Bédar”

sábado, junio 09, 2007

Un atardecer color ocre en la vida de la maga

En un lugar del mundo me encuentro, en un rincón pequeño de la casa, mientras veo un atardecer sin prisa y tomo colacao. Rodeada de colores ocres y naranjas, en una habitación particular. A expensas del destino vago por esos rincones llenos de polvo. Hay discos esparcidos por todas partes, y torres de libros desordenados en un orden concreto. Me encomiendo a una noche de estrellas sin pretextos, sólo quiero encontrar un lugar donde fumar tranquila un cigarrillo a oscuras, lejos de las formas del cuarto, lejos de las formas de ti, que se desdibuje el mundo ante mis ojos, no ver nada, dormir y despertar más tarde para descubrir que estás ahí y me observas en silencio.
Donde me hallo me encuentro ensimismada por ausencias, estoy llena de silencios que no dejan de hablarme de ti, estoy llena de sombras, estoy llena de luces, de luciérnagas que me transitan a deshoras, y estallan en torrentes de espasmos que me trasportan a lugares inimaginables. Estoy llena de ti, estoy en todos tus sueños, me planto en tu recuerdo, me lleno con las formas de tu cuerpo. Hay fantasmas que me persiguen en cualquier sitio, hay ríos naranjas que no se quieren coser a la tierra. Hay noches de luna, hay delirios con sur, y gatos. Hay notas de jazz que vuelan, hay un piano que suena en una noche silenciosa, hay una tarde lluviosa sin nubes. Hay tantas cosas que se salen de la imaginación. Las letras se escapan por las esquinas de las paredes de este papel. Suben y bajan como si estuvieran en una montaña rusa. Es tan fácil imaginarlo maga.


Texto: Virginia Fernández “Un atardecer color ocre en la vida de la maga”

sábado, junio 02, 2007

Él y ella


El hombre la mira despacio mientras bebe una copa de vino. El hombre está serio, fuma un cigarrillo. Detrás de él, en un cartel se lee: prohibido fumar. Ella mira hacia otro lugar, su mirada se escapa de allí, sale por la ventana hacia un lugar no muy lejano que dejó atrás al caminar sólo un par de manzanas. Ella está de espaldas a él. Él está sentado. Ella está sonriendo, es una sonrisa amarga que se le sale por los labios pintados de rojo. Él se escapa de su línea de visión. Ella está de pie frente a la única ventana que tiene el local. Desde la ventana se ve una calle mojada, en los charcos se refleja la luz de la calle, una pareja solitaria pasea por la calle abrazándose. Él vuelve a beber otro trago, se lleva la copa a los labios despacio. Ella no sabe que él está allí. El local está iluminado sólo por una luz tenue, hay mesas redondas y bajas. Ella lleva vestido negro con volantes, va descalza, tiene una mancha de nacimiento en el pie que no se ve. Él conoce esa mancha. Él está enamorado de ella, ella no lo sabe. Se oye una música de guitarra que sale de un tocadiscos viejo. Al lado de ella hay un tablao con una silla, el tablao permanece en penumbra mientras el hombre la observa, el tablao se ilumina en una pequeña luz, un hombre sube con una guitarra y se sienta en la silla. Ella sube al tablao, lleva el pelo suelto, la música del tocadiscos para, empieza a sonar un solo de guitarra, el público se estremece, ella comienza a bailar, todos callan, sólo se escucha la guitarra. El espectáculo termina.
La gente empieza a aplaudir poniéndose en pie. Él se levanta, la besa.


Texto: Virginia Fernández “Él y ella”
Foto: Manuel Gallardo “Prohibido fumar”