lo conocí en noviembre y no me regaló palabras,
lo conocí en enero y me dio las palabras
que antes
guardó.
Palabras como vasos comunicantes,
como
copos de nieve que se derriten,
como
labios en los que se posan las mariposas.
Y él solo
quería ser libre,
buscar
refugio cuando los peces inundan las plazas,
cuando
mojan las alas de los pájaros
o los
tejados de iglesias inertes,
el pelo,
la
ropa,
las manos.
Solo
quería convertirse
en un pequeño astro plateado
y en
docenas y miles
y millones de hojas.
Y esto no
es un poema
sino un
cielo raso lleno de estrellas
y
meteoritos del color oscuro
de sus ojos
y de
todos
los universos que viven dentro de
él, como algas
y astros.
©
Virginia Fernández “Palabras”