viernes, mayo 23, 2008

descripción de una calle

Pues está sonando un acordeón en esa calle estrecha que me gusta tanto, que al final tiene un graffiti todo a lo largo en la pared, y te transporta, y ahí soy tan no mí, tan espectador, y proyección de pensamiento, y cubo y metafísica, y sensación.
Y sobretodo me gusta por la noche, porque adquiere colores anaranjados debido al color de las paredes de las casas. Toda tentativa de explicación fracasa, por una razón lógica, una razón de peso, y es que para ser definido tiene que estar dentro de lo definible, y esto no lo está, claro, naturalmente.
Y así es como entro poco a poco en la sensación cubo, sensación contracorriente, sensación gato, sensación mujeres de la calle que miran, sensación líquidos, fluidos, y mirada perdida, evasión, suburbio, estratosfera, cubo, mundial y altamente recomendable.
Y la calle estrecha termina, termina el paseo divertido, y salgo otra vez al estado mí, pero totalmente cambiada claro, mí renovada, reconfortada, y transportada por ese sonido de acordeón que sigue sonando, pero que se aleja cada vez más y más. Y dejo atrás el color naranja, a la gente de mirada lejana, al mí ya no cubo, ni sensación, ni metafísica, ni lunar, ni gata. Y la noche suburbial se aleja, y mí sin serlo, y al final tu, irremediable final para que todo esté en perfecta armonía universo y gato.

Texto: Virginia Fernández “Descripción de una calle”

sábado, mayo 17, 2008

tan feliz y tan gato

Y sonreírme despacio, tan feliz y gato, tan contento, tan tú, mirada ensimismada, mirada gatuna y casual. Y no lo entendía bien, por eso te mostré lo que contenía el papel, una especie de crucigrama de letras que se cruzaban entre sí y formaban palabras, palabras ininteligibles, juego de palabras, una especie de ilustración a carboncillo. Y por culpa de las palabras empezó todo. Y era tan natural no darse a las explicaciones, sólo mirada y bajar por la calle sin prisa a la luz de la luna, sin dejar de reír y sonreír. Tus ojos pillos me contagiaron la alegría mostrando una palabra que se leía en azul. Claro, irremediablemente se puso a llover y nos pusimos otra vez a reír y a correr, el papel se mojó, y nos reíamos de todo, nos mojamos toda la ropa. Después no hubo paraguas, ni ruido, ni viento, ni luna, y nos fuimos a casa a saborear la lluvia que se escuchaba a través de tu ropa y del cristal.

Texto: Virginia Fernández “tan feliz y tan gato”

miércoles, mayo 07, 2008

Cuadrados

Pequeños cuadrados de luz habitados. Oscuridad afuera por los bordes que se salen a un cielo sin estrellas, oscuro, y de repente un cuadradito encendido enfrente de mi. Personas que habitan un cuadrado de metros, hacen cosas, planchan, y ven televisión. Cuadrado de pensamientos, cuadrado de sueños, cuadrado de edredón, espirales cuadradas, mueble cuadrado, mundo cuadrado, cuadrado un cuadro, cuadrado un estornudo, cuadrado un calcetín de mi vecino colgado de la cuerda donde tiende la ropa, y la visión global del cubo con cuadrados y luz.
Sentada enfrente desde otro cuadradito con ventanal observo a mi vecino mientras tiende la ropa en su balcón y cose un botón de su camisa, mi vecino tiene unas zapatillas con la bandera hawaiana, y la soledad al final se sale por una línea exterior. En un cuadrado de luz hay percepción y observancia del mundo, hay conclusión y pensamiento, hay delirio, hay gato que ronronea y se acuesta en mi sofá y cuadrados otra vez, y conversación cuadrada, palabras, y sensaciones, malabares cuadrados.
Reflexión mientras como galletas de chocolate otra vez desde mi cuadradito de luz, y siempre con conclusión final: al final todos estamos solos.


Texto: Virginia Fernández “Cuadrados”