jueves, abril 29, 2010

Propiedad privada

Me río ante las puertas y los puertos
que se construyen en medio de una ladera.
Usted, humano, está constantemente
poniendo puertas en mitad de algo, de la nada.
¿Para qué?

Un viaje en tren
revela la evidencia,
la tarde cae, y con ella
el sol va iluminando
cada vez más bajo el vagón
creando un clima cálido,
cotidiano,
conversaciones que se confunden
con el paisaje,
asombro de lo ajeno,
oblicuidades, un libro.

De repente un paisaje plano,
anaranjado quizás,
horizontal,
ante mis ojos asombrados
y majestuosa en su soledad,
triste,
perdida y sin finalidad aparente:
Una puerta en mitad de la nada,
dentro de ese paisaje solitario,
el paso hacia el abismo,
la puerta que se cierra,
y pone límites a lo ilimitado: el mundo.

©Virginia Fernández “Propiedad privada”

domingo, abril 25, 2010

Momentos de equilibrio

En este preciso momento
estará usted mirando por alguna ventana anónima
e impersonal, desde su despacho
totalmente iluminado,
cada pequeño detalle estará perfectamente cuidado,
describirá alguna parábola en el aire,
observará cómo pasan
los transeúntes por la calle,
cruzando el paso de cebra,
y no captará esa violencia
intrínseca del ser humano,
no podrá apreciar esa oscuridad
de la humanidad,
caminando, quizás como en un gueto,
perdidos en su soledad.

Quizás usted no haya percibido
esa pequeña sutileza
casi imperceptible
que queda inmersa en cada uno de nosotros.

Seguramente cuando usted mire
por esa ventana tan impersonal y transparente,
no sea capaz de asimilarlo,
ni siquiera lo pensará,
pero está ahí en el aire,
fruto de nuestra propia naturaleza.

Pero quizás,
en ese mismo momento
en otro rincón de la ciudad,
o de cualquier lugar,
alguien se estremecerá
al escuchar el sonido de las gotas del agua
al golpear en el cristal,
o al escuchar el crujido de un pétalo al caer,
al ver una sonrisa,
entonces algo merecerá la pena.

© Virginia Fernández “Momentos de equilibrio”

lunes, abril 19, 2010

Interferencias

Traté de traer más mundo al mundo,
entrar poco a poco en ese lugar que no existe,
no fue más que eso,
lucha contra las interferencias,
y encuentro al fin y al cabo.

De repente ese extrañamiento no fue
más que paralelismo de la realidad, o espejo,
difícil como una metáfora aún por nacer.
Quizás no fuera más que eso,
tal que así,
espacio que no existía,
pequeña sutileza,
interferencia de los sentidos.

Quizás no fuera más que un claro ejemplo
de nuestras vidas
representadas en ese pequeño escenario,
telones que caían,
máscaras que trataban de comprender,
marionetas del azar,
huéspedes de una vida aún por vivir,
incomprensible momento.

Traté de hacer desaparecer esas interferencias,
esas intelectualidades, nimiedades,
fue lo justo.
Esas pequeñas grietas
que se iban formando
poco a poco desaparecieron
y entré en ese mundo bilateral, espacio de fantasía,
para encontrarme y toparme de bruces con él,
en todo su esplendor,
diáfano ante mí se alzaba el mundo del Rey Momo.

© Virginia Fernández “Interferencias”

viernes, abril 09, 2010

Pictures of you

Quisiera derribar sus fachadas,
quedarme hasta verlo entrar sin equipaje en la noche,
con sus ojos de curiosidad nada más,
con sus manos húmedas de distancias que caen,
con sus pestañas y su cabello, con su luz.

Me gustaría tanto redimirlo a usted,
encontrar un momento de paz desubicada,
embriagarlo de verdades,
de eslabones pintados como un fresco de Miguel Ángel,
enloquecer su alma desnuda,
escucharlo gritar un nombre nada más.

Sería magnífico contemplar cómo caen esas murallas,
derribar puertas y relojes,
descorrer las cortinas de la ira.
Delicioso momento el de usted al desnudo,
sólo hombre y sentimiento,
soledad y nubes,
gritando verdades,
cadenas que caen.

Que sólo fuera palabras a la no desesperanza,
sólo manos para entender,
sólo estampa pintada en un sello que no borra la lluvia,
sólo adioses que no se van.
¡Ah! ¿Qué decir? Sólo paisaje que acaricie un cuerpo desnudo.


© Virginia Fernández “Pictures of you”

lunes, abril 05, 2010

Construcción

Cada mañana rehaces de nuevo el camino,
te empiezas a construir como si fueras
una catedral, o cualquier edificio de tu ciudad,
moderno, estilizado.
Te construyes,
desde que te levantas,
empiezas de nuevo de cero,
mientras bebes el café,
mientras lees la impersonalidad
de las noticias,
mientras acaricias con tu mirada la vida.

Cada día vas creciendo y haciéndote adulto.
Así vives tu vida,
desde tu universo particular,
así te desgastas,
y te mueres de esa vida inestable,
atmósfera que inquieta,
efímera, frágil.
Un chiquillo que juega a ser adulto antipático,
vas construyendo caminos conforme
avanzas hacia el ocaso.

Así te repones, y sigues adelante,
para acabar por la noche otra vez hecho cenizas,
roto.
¿Cómo salvarte?
¿Cómo construir ese pilar básico
que te sostenga y te guíe?

© Virginia Fernández “Construcción”