domingo, abril 12, 2009

temporalidad y relojes



Llueve, y las calles bajan con agua como ríos nocturnos, y son gotas en un trampolín, y dan saltos y gritan, y se tiran agua unas a otras y vuelven a mojarse, y todo es un círculo nocturno y bello. La ciudad se inunda, los coches gritan claxon, y es tan natural perder ahí la noción del tiempo de los relojes que se llevan en pulsera, y entrar así en otra dimensión. Suena jazz y lluvia, y hay manta, y mis manos se interponen a esos relojes colgados de las paredes, y hay una luz suave para poder charlar bajito, y beber té mientras estudias por qué existen los relojes, mientras me cuentas al oído los secretos de la piel.

© Virginia Fernández “Temporalidad y relojes”

el guitarrista cero

El guitarrista Cero sabe de noches desoladas y frías. Actúa bajo el manto de la noche azul de un local llamado Loro. Tiene en su cara algo parecido a una sonrisa, lanza una especie de mueca o guiño hacia su amigo con gafas que lo observa desde la barra, éste recoge la mueca y le corresponde con una mirada incierta y amistosa. Mientras su público lo abandona a la misma velocidad que sus acordes caen de una guitarra que ni siquiera recuerda el día en que nació.
El guitarrista Cero sabe que el mundo está ya de vuelta, harto y cansado. En el fondo cree que no le importa, pero un amago de tristeza lo delata por las comisuras de sus labios. Hace un intento de cantar, le gusta estar allí, se sienta en un taburete con chicle que también le gasta una mala pasada, mira hacia un lado, hacia otro, disimula y vuelve a sus acordes. Lleva sombrero y amargura, y en algún momento de la noche si nada cambia se preguntará por qué está allí. Unas risas al final le devolverán las ganas de seguir tocando algo parecido a rock & roll. Mientras dos gatos se besan en la puerta de un local llamado Loro.

(c) Virginia Fernánadez “El guitarrista Cero”