martes, octubre 31, 2006

Eres malo para hacer la guerra

Eres malo para hacer la guerra, dijo mi mujer mientras una lágrima caía sobre su hombro, bajaba por su brazo, se deslizaba por su cuerpo y caía al suelo. Entonces me miró y un frío escalofrío recorrió todo mi cuerpo, tenía esa capacidad tan suya de hacer de una mirada una orden, una vez más lo había conseguido. Desistí de seguir peleando y una lágrima se deslizó por mi cuerpo para abrazarse a la que había caído antes.

Virginia Fernández “Eres malo para hacer la guerra”

miércoles, octubre 25, 2006

Pintura


Pintor autodidacta, aficionado a la fotografía y a la escultura. Ha sido seleccionado en varios concursos de pintura como son Roquetas de Mar (Almería) y Lucainena de las Torres (Almería), entre otros. Fue premiado en Junio 06 por la Diputación de Almería con un primer premio en una maratón de pintura al aire libre. Durante este mes se puede ver parte de su obra en el Museo Antonio Manuel Campoy, en la Sala de Exposiciones La Tercia I del Castillo del Marqués de los Vélez, del 31 de Octubre al 15 de Noviembre. Actualmente se encuentra preparando una exposición, que será presentada en Agosto 07.

Pintura :Manuel Gallardo.

martes, octubre 24, 2006

Lluvia

La lluvia lo lava todo menos la tristeza, te pones triste con la lluvia, la lluvia es llanto, el llanto trae más llanto, más lluvia, y miedo. A veces te gusta que llueva, porque a veces te gusta estar triste, y sentirte desolado como ahora. Esa pequeña tristeza que te embarga va cubriéndolo todo poco a poco. Sin embargo, sabes que te gusta porque sabes que va a parar, si no la odiarías. Cuando pasa mucho tiempo y no llueve también la echas de menos, como a mi, como a los edredones en verano, y lloras para llamarla. De repente quieres ver el cielo gris, te gusta ver caer el agua, ver como va cubriéndolo todo. Te gusta mojarte con la lluvia, que el agua entre en ti, moje tu ropa, tu pelo, tu cara y llorar, porque tus lágrimas se mezclan con el agua de lluvia. Lo sé porque mis lágrimas y la lluvia se comprenden igual, se abrazan en la caída también, por eso te comprendo tan bien cuando estás así, y tú a mí. Al llorar te sientes mejor y te tranquilizas, la lluvia o el llorar es como las pastillas rojas, azules o verdes que nos tomamos por la noche para dormir. Las pastillas no me gustan, porque veo todo gris. Cuando lloro me relajo y me entra sueño a la vez, duermo sin preocuparme de nada más, duermo mucho escuchando como cae la lluvia, hoy llueve. Echo de menos al sol, y a ti, cuando sale el sol me abrazo a él, en su pecho descanso y me siento protegida, en mi abrazo él sonríe, y me guiña un ojo de lejos, poco a poco despierto de este sueño lleno de pesadillas y días amargos. El sol penetra en mi piel por fin.

Virginia Fernández “Lluvia”

Arena

La lluvia lo lava todo menos la tristeza, dijo calladamente un berebere solitario, mientras se secaba, con su holgada manga, una furtiva lágrima, montando su caballo negro a dos patas, sobre una duna, viendo partir la caravana, ya distante, que desaparecía bajo los últimos rayos del sol.

Gideon Richardson “Arena”

viernes, octubre 20, 2006

Huele a caracoles

Que bueno que nos hayamos sentado a hablar, hacía tanto que no lo hacíamos, además llueve y hace frío. Sí, ya se que hablamos todos los días, que todos los días cruzamos un hola por el pasillo en la mañana mientras entramos en el gueto al que nuestras vidas desoladas nos han conducido. Ese hablar al que tú te refieres no existe, porque es como ir al baño por la mañana con los ojos cerrados, ducharte, calzarte los zapatos, vestirte o salir a la calle a pelear. Esa no es la forma. ¿Cómo va a ser lo mismo peinarse mirándose al espejo, que hablar? A mi me gusta cuando me miras a los ojos, me cuentas todos los problemas que tiene el mundo, y los solucionas, esa forma en la que cuando te diriges a mi no eres un extra-terrestre que vive en el mismo lugar que yo, un ser extraño y agazapado por el miedo, con el que solo comparto el espacio donde vivo. Me gusta cuando te sientas, me hablas y me dices que todo tiene arreglo. Ahora después de haber compartido contigo este rato me siento mejor, hemos salvado a todo lo que hay ahí afuera, a este mundo sin corazón, ni coraza. La sensación de desolación se me va pasando lentamente. A medida que vamos avanzando en nuestra conversación me doy cuenta de que efectivamente todo tiene arreglo, y que los niños nunca más van a tener que dejar de ser niños porque tengan que ir a trabajar, podrán salir a jugar a la calle y no preocuparse por nada. Me reconforta saber eso y pensar que nunca van a mirar con odio, ni van a buscar comida en la basura. Por cierto huele a caracoles, ha llovido, siempre que hablo contigo y llueve, huele a caracoles.

Virginia Fernández “Huele a caracoles”

lunes, octubre 16, 2006

sábado, octubre 14, 2006

Gustos

Me gustan las teteras con vistas al mar, me gustan con sabores que el tiempo dejó allí, con ese rastro que dejan los años en tus cosas, rastro de arrugas en la cara al sonreírme, que hacen que me vea a mí misma como una niña pequeña e indefensa ante tu mirada, e intente resolver problemas de aritmética para hacerte feliz. Me gustan las tertulias que hablan un poco de ti, pero sin que se note, el color del atardecer cuando la luz cae. Me gustan muchas más cosas, como por ejemplo el color azul, una tortuga cuando es libre y se hace un hueco para dormir en el sitio más inhóspito, una tarde sin prisa, por supuesto la risa cuando eres tú el que la provoca inventando un razonamiento serio e infantil.
Me encanta Mojácar por la noche, ver las pequeñas luces que forman las casas colgadas en la montaña, me crea a la vez paz y ganas de llorar. Me gusta tu casa de día, porque en la noche me asustan las sombras que se forman en las habitaciones, sombras de fantasmas que velan por ti cuando estás solo. Me gustan esos ojos azules.
También me apasiona escalar acantilados de luz y piedra contigo, sin poder mirar hacia abajo porque da vértigo y risa, a la vez que tu caminas como si nada.
Me gustan tantas cosas, por ejemplo el color que se dibuja en la playa de Cabo de Gata por la noche desde la terraza de un bar con gato siamés al que le pongo de nombre Poty-poty y al que alimento a base de mollas de pan, el gato es pequeño me sonríe y maúlla a modo de despedida porque el camarero lo echa, esas pequeñas cosas me gustan más que muchas otras y me hacen feliz en ese momento.
Ahora no se me ocurre nada más que contar.

Virginia Fernández “Gustos”

lunes, octubre 09, 2006

La casa de Juana y Juan


Pintura : Manuel Gallardo

viernes, octubre 06, 2006

Me estoy leyendo a ti

Me estoy leyendo a ti y a tus cosas. Me leo a tus letras con razones y sin razones, me las trago sin respirar y de una vez. Me encanta el sabor pero me mareo a veces, es lindo lo que leo y cómo lo escribes también. Me encuentro a mi misma en muchos sitios, pero entre líneas y sin que se note. Te leo también en tus dibujos, en tus cuadros, en las fotos y en los mensajes secretos escritos con pilot negro detrás de los lienzos, que siempre ves y no me dices hasta que pasa mucho tiempo.
Tengo conversaciones trascendentales con las macetas, de esas que salvan al mundo en un pincelazo con sabor a reivindicación y demás, ya sabes a lo que me refiero, a ti también te gustan mucho y por eso me acuerdo de ti en esos momentos de reflexión.
Miles de papeles inundan tu estudio y yo aprovecho para estudiarte y leerte. En fin que me estoy estudiando a ti y a la vez me estudio a mi, porque al estudiarte me estudio, y me encanto contigo y desencanto en la misma proporción y dos veces al cuadrado. Me abstraigo con tus desvaríos varios rozando la esquizofrenia. Por no entenderte me pierdo y deambulo entre letras, vago y vago por millones de renglones manchados en tinta azul para luego encontrarme con tu cara traviesa que se esconde tras ese punto y coma del reglón veinticuatro del folio mil novecientos ochenta y uno, de repente me doy cuenta de que me está mirando, y esa risilla de niño pequeño que me mata. Otras veces, pero las que menos, si creo entenderte, pero solo lo creo y mi mirada perdida y pálida descansa por fin en el punto y seguido penúltimo de tu escrito.
Te veo de lejos.
Te echo de menos y tengo ganas de que me prestes a ti.

Virginia Fernández “Me estoy leyendo a ti”

Libros de carne

Me estoy leyendo a ti, creo que si, definitivamente esa es mi ultima respuesta, sobre todo teniendo en cuenta que me preguntas a estas horas y con estas luces y con estos personajes delante. No, no es tu sangre la que me une esta noche a ti, si ya lo sabes, así que no me preguntes, avieso y listillo. Sabes que son las tierras de escocia las que corren por mis venas hoy, el dulzor violento del agua de sus prados con hielos fríos, los que, sin alzar la voz, te han llamado a que te presentes otra vez como compañero de viaje, y no la sangre roja de las tierras ibéricas. Si, ya no leo tanto. Ya no me recuerdan con un libro como escudo, ni la gente se aleja temerosa de que use palabras raras para decir cosas simples y ligeras. Que no lo flipes tanto, anda, piensa por ti, me decían, no robes conclusiones ajenas, no mires por ventanas que no son tuyas. Lo comprendí bien rápido, mientras volaban las hojas rotas bajo el cielo estrellado. No leas tanto, decían, que así no pasas página de la novela mas importante, que eres tu mismo y tu vida. Me costó, claro que no fue fácil, pues toda imagen pide a gritos que la describan en su versión erótica y escrita. Lo primero que hice fue salir con las manos libres, y así, en vez de leer, miraba. Y vi que las conclusiones venían solas y naturales, sin hipérboles ni metáforas, sin adjetivos ni predicados, pero que sorpresa cuando, al pensar vi que de esas herramientas no me podía apartar, ya preso para siempre del análisis perpetuo. Ahora que no escribo, ni leo, pero si bebo, me doy cuenta que sigo haciéndolo, pero con el libro que tengo delante, la novela de mi mismo y mi vida, lo que ahora se simplifica en un montón de bebedores nocturnos apoyados sobre una barra y una ilusión de tapas blandas y efímeras que veo desde mi mesa. Lo que veo, en el fondo, eres tu, creo, me estoy leyendo a ti, pues creo en ti Dios y se que estas escrito en todo, en esta noche etílica y de cerrados libros de carne. Dios, que solo estoy.

Gideon Richardson “Libros de carne”

miércoles, octubre 04, 2006

Abandone de cortijo


Foto: Manuel Gallardo.