martes, diciembre 20, 2005

Cuento para Ruth

A decir verdad nunca me gustó la nieve, quizá demasiado fría, demasiado blanca y ajena, donde nada crece y todo se conserva de forma algo tétrica. Es ahí donde la conocí, entre bucles de frío y vaho. Apenas su cara asomaba de entre su práctica y eficiente bufanda. Se acercó a mí, con la respiración entrecortada, y alargó su mano metida en un guante. Dijo:

- Hola, soy Ruth, y me voy para siempre de tu vida.

Subida a una tabla de snow me guiñó un ojo, se dio media vuelta y desapareció. Una carcajada suya me hizo calcular la rapidez con la que se alejaba. Bajó pendiente abajo, colina abajo, montaña abajo y yo, que no sabía esquiar, me quedé apoyado sobre mi bastón, respirando el frío que da la nieve, notando la falta de calor que da una despedida. Una furtiva lágrima calló, congelándose al instante.

- Adiós.- pensé - que te vaya bien en Finlandia. (Tierra del fin o final de la tierra, el final, vamos).

De nuevo, el blanco frío estaba ahí, rodeándome. Me he quedado solo. Me limpié los mocos. Nunca me gustó la nieve, quizá demasiado fría, demasiado blanca y ajena. Y me puse a caminar.



Fin.

Por cortesía de : Gideon Richardson.

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