lunes, enero 23, 2006

Eric

El muchacho se había dado un buen golpe en la cabeza. Casi mortal. Lo olvidó todo. Olvidó el golpe, el lugar donde estaba, hasta quien era. ¿Qué somos? Me preguntaba yo al mirarle; memoria acumulada, nada más, nunca lo olvides. Pero vi que me miraba y quería decirme algo, sus ojos perdidos miraban sin rumbo, pero brillaban de una manera especial, diferente, me recordaban a alguien, pero ¿A quién?, yo también estaba allí porque tampoco recordaba la cosas, éramos diferentes de los demás por eso nos encontrábamos en aquel lugar, que tampoco estaba tan mal, la verdad, era como una especie de casa-granja en el campo, allí trabajábamos todos los días, cultivábamos lo que comíamos y teníamos como una especie de apartamentos que compartíamos con los cuidadores, que eran personas muy simpáticas que también alguna vez en su vida habían estado allí internadas y que se habían recuperado y habían preferido quedarse allí, con la excusa de hacer un bien a los demás, pero que realmente era porque no sabrían encontrarse otra vez con el mundo exterior. Salir al mundo era la última etapa de la curación como la llamaban, aunque realmente no creo que tuviéramos que curarnos de nada, porque fuera yo conocía a infinidad de personas como nosotros. Yo llevaba ya un año cuando él entró. En fin, que así fue como lo conocí, se llamaba Eric, me enamoré al instante de él. Sus ojos verdes me hacían olvidarme de que existiera nada más, sabía tocar el saxofón, y todas las noches tocaba como un ángel para mí, esto era en secreto porque él no sabía que yo lo observaba desde el salón, solía tocar a partir de las doce todas las noches. Él estaba en mi mismo apartamento, éramos dos chicas y él, además de la cuidadora en este caso. Nunca hablaba con los demás, daba largos paseos por el campo y alrededores de la finca. Un día lo sorprendí en el sendero que hay detrás de la casa. Intenté decirle algo, Eric, se asustó y empezó a correr, salí detrás de él, tropezó en unas piedras y se cayó, cuando logré alcanzarlo estaba llorando, me abrazó y besó como si me conociera de siempre, no paraba de mirarme, cosa que me turbó un instante, sentí mis mejillas ardiendo y de pronto escuché que me decía: te amo. Sentí el zarpazo del significado de esas palabras latiendo en mi pecho. De pronto empezó a llover, salimos corriendo hasta el apartamento, allí nos esperaba Karin, que era la cuidadora y Kat, nuestra compañera. Eric nunca me hablaba cuando ellas estaban allí, pero cuando nos quedábamos solos me amaba como nadie lo había hecho nunca. Nunca imaginé que en un lugar como aquel se pudiera sentir algo parecido a eso que llaman felicidad.

Fin.

Virginia Fernández.

7 comentarios:

DINOBAT dijo...

La felicidad viene en distintas formas y tamaños...

Anónimo dijo...

Con la excusa de hacer un bien a los demas..
Un bien ambriento y desolado..
Q desborde el entusiasmo..

d dijo...

La felicidad está en cualquier parte pues la llevamos en nuestro interior. sólo es cuestión de no hacer caso de las circunstancias y sacarla a pasear un poco.

virginia dijo...

Así es, pero parece que os he hecho pensar y reflexionar, esa era la idea. je je. besines.

virginia dijo...

Pamba, comentarios como esos le alegran la mañana a cualquiera. Me encanta que te haya gustado. Besis.

SpA Undercover dijo...

Me gustó...
Me gustaría... perder la memoria,tener la oportunidad de volver a empezar, que bueno sería sacudirse de todo, las heridas, los prejuicios, todo, absolutamente.
Beso

nocheoscura dijo...

Yo una vez encontré la felicidad bajo una piedra, la levanté y había un escorpión... ¡por fin encontré uno!