martes, febrero 07, 2006

Unai y sus pensamientos.

Cerró la puerta de la casa, tiró la llave lejos mientras salía disparado hacia el coche, hacía viento y esto le impedía pensar con claridad, el viento se lleva nuestras ideas, y vemos gris. A él no le gustaba nada el viento por esa razón. Había salido tan rápido que olvidó despedirse de su gato, era simpático el gato, gris y gordo. También tenía una rana, pero ésta no era suya, aunque estaba pensando en adoptarla. La rana se había instalado con ellos una semana atrás, yo creo que por el tiempo, porque estaba gris y triste, y a la rana no le gustaba andar sola por la ciudad con frío. La rana también era simpática y verde, verde especial, ya sabes, no verde normal, se había hecho amiga de él rápidamente, por las mañanas siempre estaba a los pies de la cama y no había muerto aplastada de milagro, pero aún así le caía bien a Unai. Salió rápidamente aquella mañana al contestar la llamada de Ainara, pues habían ingresado al viejo Ikeray, Ainara era la novia de su amigo Ikeray, el nieto de Ikeray, eran amigos de siempre, habían jugado juntos de chicos en el mismo barrio gris, todo es gris en la vida de Unai cuando hace viento y cuando ingresan a viejos que podrían ser tu abuelo. Cuando llegó al hospital encontró a su amigo allí, Ikeray abrió los ojos y los vio, de repente se puso a contarles una historia, les habló como cuando eran niños, les contó que él era carpintero y que estaba construyendo un barco, que era para ellos para que pudieran jugar y soñar como todos los niños del mundo, que se tenía que marchar lejos, que no se lo podían impedir, pero que no se preocuparan porque todavía le quedaba un poco para estar con ellos, que también estaba pintando un cuadro, era un cuadro de girasoles rosas y violetas, el cuadro estaba a medias y tenía que acabarlo antes de irse, que no lo entretuvieran más. Una sonrisa se dibujó en su rostro y dijo que Luz lo estaba esperando y volvió a sonreír de nuevo. Una lágrima resbaló por la mejilla de Unai, que atrevida que fue la lágrima, en general todas las lágrimas son atrevidas e impertinentes, porque delatan nuestras emociones, y nosotros siempre intentamos ocultarlas, por qué seremos tan complicados, pero en fin, no era una lágrima de tristeza, sino de alegría porque el viejo estaba contento, y porque se había ido el viento a pasear de la mano de una nube, dejándole tranquilo por un rato, para poder volver a casa pensando con claridad , pensando en qué estarían haciendo su gato y su rana recién adoptada.

Fin.

Virginia Fernández.

5 comentarios:

d dijo...

Como me has ofendido con tu actitud no comentare cuánto me ha gustado la historia.

virginia dijo...

un besi pa que se te pase. :).

Anónimo dijo...

Mu bonito :p

Es broma, me ha gustado, aunque quizás te pierdes un poco en detalles triviales.

Un beso.

virginia dijo...

:(

virginia dijo...

a mi me encanta (me lo digo a mi misma ja ja ja)