martes, febrero 11, 2014

jazzeando la noche


Jazz y lluvia se dan cita en la noche-ciudad. A solas con el tiempo lento de tus horas de ti, me ensimismo en el espacio de todos los días, espacio nocturno, imperceptible, sintomático, asimétrico, gris-local. Leo el perseguidor-Parker o cualquier otra cosa que tenga a mano para entretenerme mientras espero, escucho jazz y sólo quiero que la música salve al menos el resto de la noche. Es tan natural entrar así en tu mundo-mágico, en tu tiempo de ti, en tu universo-particular y rectangular. Y diría infinito, lejano, acogedor, diría intelectualidad disfrazada con traje a rayas de cárcel sin barrotes y no me equivocaría ni un milímetro. Te confieso que tengo unas ganas locas de meterme en la cama y desaparecer, entrar en ese espacio secreto e íntimo del edredón, oscuro, de bordes fríos, perderme de esa realidad que nos acompaña durante el día, de nuestras situaciones normales, de comprar el pan, de hablar con nuestros compañeros de trabajo, de andar por la calle sin ver las caras que se cruzan con nosotros. De estados de ciencia y realidad absoluta y no exentos de un desatino casi perfecto, obstrucciones de la sociedad que juzga movimientos e incluso pensamientos, que no deja percibir el sentido de las cosas.
Pero hay momentos que son distintos a ese tiempo, ah! ese momento, es el no-tiempo al que estamos acostumbrados y eso sí que es una verdadera maravilla, entrar en el puente de madera con el agua bajo nuestros pies y poder sentir que estamos en la Terrassa de Café, la nuit en todo su esplendor. Ver por ejemplo la noche radiante y vestida de azul oscuro.

(c) Virginia Fernández Collado.

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