domingo, diciembre 14, 2008

Desintoxicación

Odio al tiempo y a la
distancia que pasa
lentamente sin tus horas de ti.
Odio tus decisiones
rotundas, meditadas
sin un té al anochecer
en los sitios donde se
pierden pendientes,
y donde las manos tiemblan
al mirar los relojes
con ojos infantiles.

Odio tus maneras,
tu chaqueta de rayas,
tu pañuelo regalado.
Odio las cláusulas,
y los pactos,
los edredones.
Odio el contacto de tu piel.
No me hace falta que
leas en mis ojos.

Odio de una manera
sobrehumana las horas que
pasan sin acordarse
que en un rincón con calles
en forma de río, una cabeza piensa
en gris si no tiene a tus
ojos delante.

© Virginia Fernández “Desintoxicación”

7 comentarios:

errante dijo...

Las bestias abandonan su guarida por un simple rayito de sol. Por ese Solecito que convierte el invierno en primavera radiante y llena de colores por un rato.
No te engañes, bicho torpe. Es momento de emigrar. En tu estepa es invierno ya. Una ráfaga de aire helado te lo recuerda. Anda ahora.

Anónimo dijo...

Me cuesta tanto
abandonar esta,
tu tierra,
ahora que sólo soy
origen de una forma
sólida que quiso ser mar,
ya sé que no pude ser más
tempestad que la de la calma,
único naufrago que nada
guiando sus pasos,
uno tras otro,
a través de las calles
por las que los ríos
andan escuchando jazz.


(y lo que me gustan los acrósticos, oye)

Anónimo dijo...

lararíiiiiiiiiiiiiiiiiii

bajamar dijo...

es bueno desintoxicarse, para eso sirve esto también...aunque lo más dificil es el sindrome de abstinencia..se delira otro tanto

como siempre me gustó tu decir, abierto, sencillo, sincero y original

un abrazo

Mauro dijo...

Por mi parte, odio el tiempo desperdiciado en estructuras, papeles, notarios y fotocopias.

Aunque a ratos simplemente odio el tiempo.

Y en otros, sólo disfruto lo que él regala.

Besos virginia

Anónimo dijo...

Con los ojos empañados tejía su ranita
De abalorios verdes, brillante, muy bonita.
Último regalo a aquél a quien quería
minutos antes de que se despidiera.
Fué arrancada de cuajo por quien no lo sabía
pero al caer al suelo se convirtió en pulsera

Anónimo dijo...

Hombre que sólo tenía una sandalia, no se esfuerce usté que la ranita era bien fea y había que arrancarla de esa chaqueta vaquera tan jovial y pandillera.