jueves, marzo 15, 2007

El gato malabar

El gato malabar espera, está sentado, cruza las piernas, mira, observa equidistancias. Lee esas distancias iguales entre dos o más puntos, para luego apuntarlas en su cuaderno, para llevárselas a su colección de equidistancias, le gustan. Observa movimientos dispersos, espera, analiza, piensa. No sé lo que mira, lo que espera, quizás no espere nada, o quizás sí, quizás a la muerte, o a la vida, que pase en un tranvía en el que alguien lea poemas que han sido escritos para ser leídos en un tranvía, que la vida vaya allí mirando al que lee poemas, y que con cara divertida lo salude con su mano.
Entonces el gato se canse de esperar, de estar sentado, porque es malabar, dé un salto y empiece a jugar con unas canicas, con la vida, la lance arriba y abajo, y vuelta a empezar. El gato hará magia, malabarismo, de repente tendrá fuego en las manos, de repente no, el gato será blanco, y también negro. Si él quiere se estampará en una ventana como si fuera un graffiti, y callado mirará a todos los que pasen por allí, como un mimo de ciudad. Mientras, en su cabeza escribirá la distancia que hay de Londres a Berlín, de Milán a Budapest. Cerrará los ojos e imaginará paisajes, rectos paisajes amarillos que tengan vistas al mar.
El gato aprende a hacer equilibrio, y también acrobacia. En sus sueños quiere parecerse a un hombre. Tomar café en un café parisino al anochecer, que sea verano. Cierra los ojos y duerme, piensa en las formas que pueden tener los días que son noches.
Quién fuera gato para perderse una noche en la oscuridad, aparecer al otro lado de la vida, al otro lado de un lugar, y ser un malabar.

Texto: Virginia Fernández “El gato malabar”
Foto: Manuel Gallardo “Retales del Cabo”

10 comentarios:

Alfredito dijo...

Es que ser gato te tiene esas cosas: ver pasar la vida, las vidas, ha de ser tedioso trabajo. Por eso a veces deciden mirar al otro lado, escrutar sombras que son fantasmas, juguetear con hilos invisibles, echarse unas carreritas detrás de presencias extrañas.
Mi gata Daky se encarama a la silla del balcón, a la más soleada siempre, y allí contempla el mundo de las palomas. A menudo lanza unos gritillos que no son maullidos sino cricris intraducibles: habla varias lenguas.
Mi gata Daky se limpia y se limpia sin descanso. Y sí, unas veces es una gata malabar y otras una gata-hipopótama.
Besitos, Virginia, eres un cielo.

Viento del Pacífico dijo...

Hola Vir :)! Yo me ofrezco como voluntario para leerle poemas a tu gato malabarista. Seguro que, después de hacerlo, tenemos una conversación filosófica muy gratificante. Buen fin de semana. Besos.

Mayte dijo...

Los gatos y su eterno encanto que parecen personas...tan distantes, tan cercanos

Bikos.

Anónimo dijo...

Qué maravilla de relato!!!

No me llevo mucho con los gatos, siempre me ha parecido que saben algo que yo no y esa sapiencia misteriosa me da cosa...pero son seres bastante especiales, han habido dos especiales en mi vida que me enseñaron muchas cosas, no sólo de distancias, también de cercanías

un beso querida-admirada amiga y gracias por tu palabras

por todas ellas

Anónimo dijo...

Gran gato, el gato malabar. Muy bonito, Virginia, llevas un tiempo lleno de buenas letras. Un beso.

virginia dijo...

alfredito: Gato que se lava, anuncia visita!

besitos

virginia dijo...

VdP: Hola viento, el gato malabarista y el viento se sientan a filosofar.

saludos

virginia dijo...

azul: bikos, gracias por pasar por el gato malabar.
besos

virginia dijo...

bajamar: Muchas gracias a ti por tus palabras.
besos
nos leemos

virginia dijo...

chus: Sí, es un gran gato el gato malabar, y sabe de equidistancias.
beso