
Las letras necesitan de mucho espacio para intentar llenar luz. Las letras corren al viento, luchan. Es tan difícil llenar luz con letras, sobretodo cuando éstas son letras tristes. Las letras reivindican siempre algo, y ese algo intenta parecerse siempre a lo que está mal, o simplemente cuentan historias. Otras veces sin embargo es tan fácil llenar luz con letras, que escribo despacio para no agobiar al papel con mis letras que llegan y llenan espacios de luz. Las letras a veces odian, otras aman, otras se convierten en nada, entonces son blancas como el papel, pero siempre son letras. Me pregunto por qué son diferentes entonces. En mi llegada las letras aplauden y se dispersan, corren. A veces las letras son tímidas y otras alegres, a veces me buscan, otras se esconden, otras soy yo la que intento hallarlas, pero siempre el resultado es el mismo, es un resultado infinito a ti, de ida y vuelta, y vuelta a empezar. Es un resultado absoluto, e incluso diría que perplejo. Letras al fin y al cabo, letras de vos, letras, letras sin sentido, letras que manchan, letras que buscan lienzos blancos donde descansar, o posar para algún artista tímido que quiera pintarlas con el color del recuerdo. Pero el recuerdo no tiene color, por eso aunque posen para el artista, él es incapaz de pintarlas aunque tenga mil musas en su interior, aunque todas se parezcan a una misma. El artista intenta mezclarlas con colores, mezcla recuerdos, mezcla pinceles, pero no hay manera de pintar a las letras. A veces las letras se vuelven coquetas por el azar de la vida y se plantan ellas solas en el papel, es ahí cuando se desvían en todas las curvas que giran a ti. Se necesita mucho espacio para llenar luz, y éstas son las únicas que llenan.
Texto: Virginia Fernández “Luz y letras”
Foto: Manuel Gallardo “Por las calles de Granada”