miércoles, diciembre 27, 2006

Latas pintadas ríen en la noche mientras miran al cielo de Marrakech

Latas pintadas ríen en la noche mientras miran al cielo de Marrakech. Miran al cielo y sonríen al universo estrellado, oscuro y brillante. Yo las miro a su vez, las quiero coger porque me gustan las latas, y si están pintadas me gustan más.
Hay latas que tienen dibujos de historias contadas despacio, con los colores de las intenciones grabadas a fuego y a sangre de los que vivieron en esta tierra hace miles de años luz, cuando esta tierra también fue su tierra, pero tuvieron que marchar más allá de la línea del horizonte que se ve en el mar. Todo esto lo cuentan en sus dibujos, y nos gusta, porque así sabemos de ellos, y los entendemos mejor.
Hace miles de años luz tú no existías, ni yo, pero sí un niño morisco que se hizo amigo de otro niño que no lo era, y tuvieron que separarse para no volverse a ver nunca y sí añorarse siempre, durante toda la vida, como a la tierra del sol y la luna, como al cielo que hay encima de nosotros.
Latas pintadas nos cuentan historias antiguas. Nos cuentan lo que pasó. Latas iguales que las tuyas que ríen en la noche. Las tuyas no están tristes, las conocemos y nos guiñan un ojo en la noche cuando las refleja la media luna, y a veces nos ponen nerviosos si nos miran fijamente sin parpadear. Sus dibujos nos hablan de hoy, o como mucho de antesdeayer.
Pero latas antiguas no ríen, sino que tartamudean al tiempo mientras abrazan a una media luna que se mira en el espejo del mar. Intentan susurrarnos sus razones, quieren contarnos, que nosotros sepamos que este cielo también fue de ellos alguna vez, quieren reír como las tuyas que ríen en la noche mientras miran al cielo de Marrakech.

Virginia Fernández “Latas pintadas ríen en la noche mientras miran al cielo de Marrakech”

viernes, diciembre 22, 2006

Charcos

Saben los charcos de este lado de por qué las manos lloran. Saben de las noches heladas de limón, y de los ventanales que miran hacia cosas a la luz de una farola de noche con invierno puesto. Saben un poco de ti, porque cuando pasas a su lado los miras de reojo y ellos te miran a ti. Observan cuando pasas y miran a los ojos escrutando el rostro que aparece de contrabando.
Saben de todo eso que os cuento, y también saben un poco de todo junto. Son capaces de explicarnos el mundo por sabores y colores. Saben de niños que van a las puertas de los colegios y que saltan encima de ellos para jugar al primero que llegue gana, y ellos siempre ganan.
Saben de secretos guardados en la noche, de sueños imposibles, de ilusiones y desilusiones. Saben de odio y guerra, de paz y más, de ahogar la angustia de aquellos que la sufren, y de los que en la noche quieren vencer al miedo. Saben de la tristeza cuando no estás, pero callan.
Callan porque son sabios, el silencio nos absorbe a ellos y a mi, y vemos las estrellas con los ojos cerrados, aunque no haya luna afuera. Las estrellas se nos aparecen tiritando de frío en nuestra imaginación, porque ésta es libre, como tú.
Los charcos son testigos mudos de las alegrías y tristezas del mundo, son observadores callados y sabios, que se evaporan con el sol y la alegría de unas castañuelas que suenan a las dos y veintidós de la tarde, y también enseñan a mirar, y a escuchar al silencio. Ellos saben de por qué las manos buscan y no encuentran, y también del frío en invierno en la sierra con lago y manos que lloran a veces, pero sólo a veces.

Virginia Fernández “Charcos”

martes, diciembre 19, 2006

Hagamos un trato

Si tú me cuidas, yo me curo, si no me cuidas, yo me alejo, y así siempre. Hagamos un trato entre dos, un trato entre tú y yo solamente. Un trato de esos en los que no existen papeles, ni firmas. De esos en los que las cláusulas nos las decimos al oído una tarde de invierno mientras vemos película en el techo. Un trato en los que existe música de violines todo el rato, a veces también lluvia, y momento del día en el que la sonrisa no nos abandona.
Me gusta tu apellido, porque me gusta la lluvia, porque tú te llamas Rain, que significa lluvia. La noche en la que te conocí llovió, cuando te vi aparecer por la puerta lo supe, me dije a mi mismo, si esta noche llueve, significará algo.
Estaba nublada la tarde y triste, de repente te vi en la puerta, me dijiste tu nombre, y ya no escuché nada más, sólo violines sonando adentro de mi, al ritmo de los latidos de mi corazón. Sé que era en mi imaginación porque intenté bailar contigo y tú me sonreíste a la vez que movías la cabeza de un lado a otro. La sonrisa es importante, y la tuya es preciosa. Por la noche llovió efectivamente, entonces lo supe, no había duda.
Tu sonrisa me acompañó a la hora de bajar al parking, de coger el coche, de conducir hasta mi casa. Llegué y ahí estabas de nuevo golpeando en mi ventana de cuadros. Lo hacías en forma de gotas de agua, querías entrar, y yo quería bailar contigo. Salí a la azotea y empecé a bailar mientras el agua mojaba mi pelo, mi cara, mi ropa, me mojaba a mí. Y sí, agarré un resfriado, entonces te lo dije, hagamos un trato, si tú me cuidas, yo me curo, si no me cuidas, yo me muero.

Virginia Fernández “Hagamos un trato”

miércoles, diciembre 13, 2006

¿Juegas?



Foto: Manuel Gallardo

viernes, diciembre 08, 2006

Ya se cuál es el secreto de las ciudades.

Ya se cuál es el secreto de las ciudades. Su secreto es saber mirar al tejado de los edificios. Lo descubrí ayer mientras paseaba por sus calles grises. Los tejados de los edificios de las ciudades son altos y no se puede ver si son rojos, como los de aquí. No se puede pasear por ellos porque da vértigo, no se dejan mirar a los ojos, están serios, son sombríos, parecen hombres de pelo gris y mirada altiva que no quieran hablar contigo. A mi me gusta que me hablen los edificios, que me cuenten historias raras y antiguas, pero los edificios no me hablan, se quedan callados mientras paseo, miran hacia otro lado a mi paso, y me siento triste. Yo no quiero que sean grises, pero lo son. Son grises y antipáticos, deben de aburrirse pienso, mientras compro golosinas en la esquina del Retiro, esperando a que bajes de casa para ir a jugar.
A mi me gustan los tejados de color rojo, en los que se pueda pasear sin ser visto de la mano de la luna, darle un beso de contrabando con reflejo y sabor a mar. A mi me gustan esos tejados en los que si miras hacia ellos pasa un gato y te guiña un ojo, mientras aprende idiomas, o a bailar flamenco, te invita a subir y a pasear cogida de su mano con pulseras.
A veces en las ciudades encuentras sitios así, pero es raro e irreal, como mirar a los espejos sin ser visto desde la cafetería de la esquina.
Las ciudades me despistan, si tú no estás más. Cuando me separo de ti en el metro me siento perdida como niña que soy, y no se adónde dirigir mis pasos. De lejos veo tu silueta alejarse y quiero llorar. Pienso que los edificios son aburridos y altos, aunque ya sepa su secreto.

Virginia Fernández “Ya se cuál es el secreto de las ciudades.”

martes, diciembre 05, 2006

jueves, noviembre 30, 2006

Tenía prisa y manta de cuadros

Tenía prisa y una manta de cuadros, rolls royce para una princesa y cielo azul, ventana junto al mar, cuadros y bocetos hechos a lápiz, cámara de fotos y sugus de colores, aunque más de los azules, para cuando viajaba a Montevideo regalárselos a los niños pobres de Galeano que buscaban subsistencia buscando chatarra vieja en la basura, perdiendo así su infancia y su vida. Los tenía para eso y para cuando viajaba a cualquier parte del mundo, porque en todos sitios hay niños que han nacido en el lado equivocado. Esos sugus eran para ellos y para él, porque a veces él también se quedaba sin toblerones de los buenos. Dejando a un lado las teorías de Michael Landon sobre la riqueza y la pobreza de los países, creo que siempre intentamos justificar la pobreza desde este lado nuestro del primer mundo, y digo yo ¿Quién le puso ese nombre a este mundo que anda más equivocado que ninguno? Y ¿Por qué? Intentamos buscar razones para sentirnos mejor, él no, eso lo hacía diferente, aunque él no lo sabía.
Nunca contestaba a las preguntas, sin embargo él si las hacía a cada momento. Siempre corría de un lado a otro sin parar a tu lado, claro. Era visitador de países pobres, intentaba salvarlos pero en vano y tenía una rana verde de ojos saltones que lo acompañaba por el mundo y le daba consejos por las noches de cómo seguir. Yo lo observaba despacio, lo estudiaba a ratos y de cerca, me gustaba hacerlo pero sin que él lo notara. Tenía todo eso que os cuento y mucho más, tenía los secretos guardados en estuches de lata que pintaba por las noches del color del cielo y que guardaba en su estudio secreto, para luego regalármelas con prisa y manta de cuadros.

Virginia Fernández “Tenía prisa y manta de cuadros”

martes, noviembre 28, 2006

sábado, noviembre 25, 2006

El tambor

El baúl está vacío, pero lo voy a convertir en una caja de música. Es tarde, afuera llueve, es jueves, es de noche, y hay luces brillantes cuando apago la luz en la calle. Estoy sólo, pero no me importa porque hago música. Me gusta la música. Invento notas en pentagramas en clave de fa, que es la mano izquierda del piano. Dicen que la mano izquierda es la más difícil, a mi no me lo parece.
Yo no tengo piano, lo regalé, bueno mejor dicho lo devolví porque el piano no era mío, era de mi hermano. Pero sí tengo tambor, tambor inventado por mí, tengo tambor y manos, por lo tanto, tengo tambor, manos y música en clave de fa. Música triste, porque es la que más me gusta, acordes en fa bemol menor de tambor imitando piano, suena bien.
A veces cuando estoy solo hago música. El tambor está roto pero aún así suena. Me divierte mucho porque invento sonidos extravagantes que luego te regalo. Me pregunto cómo pueden salir esos sonidos de ese espacio cerrado, los saco así sin más, es muy sencillo y no entiendo por qué nadie toca tambor e imita a la vez piano o violín. Pero violín es más difícil, nunca suena bien, aunque estés en quinto de conservatorio, violín suena fatal, a no ser que seas un crack en violín, entonces sí, entonces te puedes dedicar a ello.
Seguramente nadie toca tambor porque no saben su secreto, por eso nadie saca música bonita para regalar, yo sí, yo sé su secreto. El espacio cerrado es su secreto, pero yo no lo revelo a nadie porque me gusta ser yo tocando tambor y regalándote música a ti, yo solo y tú. Por las noches te acompaña mi música y estás contenta, por eso te regalo mi tambor y mis manos.

Virginia Fernández “El tambor”

miércoles, noviembre 22, 2006

Mojácar a vista de comic



Pintura: Manuel Gallardo

viernes, noviembre 17, 2006

Contando un día cualquiera con gato y violines

Tres pies encontrados al gato dices, y con eso quieres que te cuente una historia sobre la música de violines que suena en mi cabeza cada vez que escucho las letras que forman la palabra jueves y la historia de un gato. Pero es que a mi me gusta la palabra jueves sin más, y no tiene explicación, también me gustan los gatos.
Te quedas tan a gusto con los tres pies, yo aquí volviéndome loca sin entender por qué tres y no cuatro, me pregunto dónde está el cuarto, mira que ponerle solo tres pies al gato, pero es que el gato es manco o cojo según se mire me dirás, porque le falta el pie izquierdo delantero que perdió en alguna guerra existencial. El gato es vagabundo, el gato me gusta, lo adopto, me lo llevo conmigo y le pongo de nombre Jueves, porque sí, porque me gusta y punto.
Mientras, aquí estoy divagando y pensando en el norte con su gorro andino, y claro mi gato me acompaña, me dirige miradas de pronóstico reservado cada vez que intento explicarle y que entienda que el sonido del silencio no se vende, ni se compra, no está en el mercado, sino en tu cabeza.
A la misma vez ando por la calle llena de gente que no se abraza, quedan tristes sin abrazos, yo mando señales de humo a esa camiseta con estrella en el centro que me abandonó esta mañana para que vuelva con gorro, sonrisa y abrazo, a mi si me gustan los abrazos.
Las cafeteras llenas de secretos luego te las cuento, tomando un té de aquella tetera con vistas al mar que compartimos y que no se oxidó con la lluvia.
Ah! Y te aviso que quiero dormirme con música de Neil Young y violines.

Virginia Fernández “ Contando un día cualquiera con gato y violines”

martes, noviembre 14, 2006

Por ejemplo, un ejemplo

Por ejemplo, un ejemplo que se me ocurre en este momento del día, justo en el momento once menos dos minutos de la noche, que es en el que el día va llegando a su fin y con él su sonrisa, su dichosa sonrisa pesada y agoniosa con ese afán de protagonismo por querer estar en todas partes a la vez, ni que fuera Dios, digo yo. Y es que hay mañanas en las que una sonrisa me persigue por todos lados, mi vida es una sonrisa enroscada en cualquier parte al que se dirija mi mirada. Lo sé, debería de estar contenta, pero es que la encuentro a cada instante, por todas partes. Miro a las zapatillas al levantarme y me están sonriendo, cuando me dirijo hacia el baño mi mirada fija sobre las baldosas del pasillo me guiñan un ojo y sonríen. Que sonrisa más fastidiosa, después de haberme levantado a las seis de la mañana para ir a trabajar en un trabajo en que el que estoy diez horas y dos minutos haciendo el mismo aburrido trabajo de todos los días. Esa sonrisa a la que odio otra vez a las siete menos cuarto mientras tomo cereales, luego en el baño me sonríe el inodoro, inconcebible!, mientras me veo en el espejo con cara de aburrimiento, bajo las escaleras de casa y me sonríen, salgo a la calle y el bar de la esquina incluso cerrado me manda una sonrisilla que no entiendo, sigo caminando y hasta el semáforo en rojo sigue la misma pauta y tengo ganas de suicidarme arrojando mi sombra al próximo autobús número uno que se dirija hacia al centro de la ciudad y pase por la universidad.
En fin que hay días en los que todo esto me sucede e irremediablemente termino escribiendo un relato llamado “por ejemplo, un ejemplo” mientras una sonrisa se dibuja en mi cara.

Virginia Fernández “Por ejemplo, un ejemplo”

martes, noviembre 07, 2006

miércoles, noviembre 01, 2006

Buscar y no encontrar

Buscar y no encontrar, estar solo, ver oscuridad a tu alrededor y muerte, más muerte, no vida, no sol, no paz. Me siento perdido en el tiempo y en el espacio, perdido de ti, busco, mi mirada busca, mi yo busca, mi otro yo sigue buscando, y el de más allá también, el que saqué para hablar ante más de mil personas y el tímido, el relajado y el nervioso, pero sigo sin encontrar, ninguno de todos los yo que forman mi persona encuentra nada. Todo está oscuro y vacío. Las preguntas me asaltan todo el rato, intento buscar respuestas pero no las encuentro, dicen que si no buscas, respuestas hallarás, pero es tan difícil cuando éstas te laten adentro, y de que manera, gritan y no se quieren callar, exigen, buscan, rastrean, olfatean como lobos hambrientos, hieren, te rodean, te asfixian, hasta que te matan, y vuelta a empezar, así sin más.
La tarde va cayendo poco a poco, se arrastra como reptil de pasos lentos pero seguros, al igual que la luz tenue que me rodea y la cual va dejando de existir a cada rato. No me apetece levantarme, tampoco encender la luz. Estoy tan cansado, no quiero pensar, solo quiero dejar pasar el tiempo y no intentar buscar mas respuestas a las preguntas que me asaltan. Mis huesos están entumecidos y se adormecen poco a poco, se está tan a gusto así, mis ojos se entrecierran poco a poco y no quiero dormir, pero es tan pesado ese sueño en el que caigo irremediablemente y del que no puedo despertar. Me vuelve a asaltar ese miedo a no despertar, de hecho no me despierto, intento moverme y no puedo, mi mente está despierta, pero no mis pies, ni mis manos, mis miembros no responden a las órdenes de mi cerebro, estoy muerto, estoy solo, quiero gritar, no puedo.

Virginia Fernández “Buscar y no encontrar”.

martes, octubre 31, 2006

Eres malo para hacer la guerra

Eres malo para hacer la guerra, dijo mi mujer mientras una lágrima caía sobre su hombro, bajaba por su brazo, se deslizaba por su cuerpo y caía al suelo. Entonces me miró y un frío escalofrío recorrió todo mi cuerpo, tenía esa capacidad tan suya de hacer de una mirada una orden, una vez más lo había conseguido. Desistí de seguir peleando y una lágrima se deslizó por mi cuerpo para abrazarse a la que había caído antes.

Virginia Fernández “Eres malo para hacer la guerra”

miércoles, octubre 25, 2006

Pintura


Pintor autodidacta, aficionado a la fotografía y a la escultura. Ha sido seleccionado en varios concursos de pintura como son Roquetas de Mar (Almería) y Lucainena de las Torres (Almería), entre otros. Fue premiado en Junio 06 por la Diputación de Almería con un primer premio en una maratón de pintura al aire libre. Durante este mes se puede ver parte de su obra en el Museo Antonio Manuel Campoy, en la Sala de Exposiciones La Tercia I del Castillo del Marqués de los Vélez, del 31 de Octubre al 15 de Noviembre. Actualmente se encuentra preparando una exposición, que será presentada en Agosto 07.

Pintura :Manuel Gallardo.

martes, octubre 24, 2006

Lluvia

La lluvia lo lava todo menos la tristeza, te pones triste con la lluvia, la lluvia es llanto, el llanto trae más llanto, más lluvia, y miedo. A veces te gusta que llueva, porque a veces te gusta estar triste, y sentirte desolado como ahora. Esa pequeña tristeza que te embarga va cubriéndolo todo poco a poco. Sin embargo, sabes que te gusta porque sabes que va a parar, si no la odiarías. Cuando pasa mucho tiempo y no llueve también la echas de menos, como a mi, como a los edredones en verano, y lloras para llamarla. De repente quieres ver el cielo gris, te gusta ver caer el agua, ver como va cubriéndolo todo. Te gusta mojarte con la lluvia, que el agua entre en ti, moje tu ropa, tu pelo, tu cara y llorar, porque tus lágrimas se mezclan con el agua de lluvia. Lo sé porque mis lágrimas y la lluvia se comprenden igual, se abrazan en la caída también, por eso te comprendo tan bien cuando estás así, y tú a mí. Al llorar te sientes mejor y te tranquilizas, la lluvia o el llorar es como las pastillas rojas, azules o verdes que nos tomamos por la noche para dormir. Las pastillas no me gustan, porque veo todo gris. Cuando lloro me relajo y me entra sueño a la vez, duermo sin preocuparme de nada más, duermo mucho escuchando como cae la lluvia, hoy llueve. Echo de menos al sol, y a ti, cuando sale el sol me abrazo a él, en su pecho descanso y me siento protegida, en mi abrazo él sonríe, y me guiña un ojo de lejos, poco a poco despierto de este sueño lleno de pesadillas y días amargos. El sol penetra en mi piel por fin.

Virginia Fernández “Lluvia”

Arena

La lluvia lo lava todo menos la tristeza, dijo calladamente un berebere solitario, mientras se secaba, con su holgada manga, una furtiva lágrima, montando su caballo negro a dos patas, sobre una duna, viendo partir la caravana, ya distante, que desaparecía bajo los últimos rayos del sol.

Gideon Richardson “Arena”

viernes, octubre 20, 2006

Huele a caracoles

Que bueno que nos hayamos sentado a hablar, hacía tanto que no lo hacíamos, además llueve y hace frío. Sí, ya se que hablamos todos los días, que todos los días cruzamos un hola por el pasillo en la mañana mientras entramos en el gueto al que nuestras vidas desoladas nos han conducido. Ese hablar al que tú te refieres no existe, porque es como ir al baño por la mañana con los ojos cerrados, ducharte, calzarte los zapatos, vestirte o salir a la calle a pelear. Esa no es la forma. ¿Cómo va a ser lo mismo peinarse mirándose al espejo, que hablar? A mi me gusta cuando me miras a los ojos, me cuentas todos los problemas que tiene el mundo, y los solucionas, esa forma en la que cuando te diriges a mi no eres un extra-terrestre que vive en el mismo lugar que yo, un ser extraño y agazapado por el miedo, con el que solo comparto el espacio donde vivo. Me gusta cuando te sientas, me hablas y me dices que todo tiene arreglo. Ahora después de haber compartido contigo este rato me siento mejor, hemos salvado a todo lo que hay ahí afuera, a este mundo sin corazón, ni coraza. La sensación de desolación se me va pasando lentamente. A medida que vamos avanzando en nuestra conversación me doy cuenta de que efectivamente todo tiene arreglo, y que los niños nunca más van a tener que dejar de ser niños porque tengan que ir a trabajar, podrán salir a jugar a la calle y no preocuparse por nada. Me reconforta saber eso y pensar que nunca van a mirar con odio, ni van a buscar comida en la basura. Por cierto huele a caracoles, ha llovido, siempre que hablo contigo y llueve, huele a caracoles.

Virginia Fernández “Huele a caracoles”

lunes, octubre 16, 2006

sábado, octubre 14, 2006

Gustos

Me gustan las teteras con vistas al mar, me gustan con sabores que el tiempo dejó allí, con ese rastro que dejan los años en tus cosas, rastro de arrugas en la cara al sonreírme, que hacen que me vea a mí misma como una niña pequeña e indefensa ante tu mirada, e intente resolver problemas de aritmética para hacerte feliz. Me gustan las tertulias que hablan un poco de ti, pero sin que se note, el color del atardecer cuando la luz cae. Me gustan muchas más cosas, como por ejemplo el color azul, una tortuga cuando es libre y se hace un hueco para dormir en el sitio más inhóspito, una tarde sin prisa, por supuesto la risa cuando eres tú el que la provoca inventando un razonamiento serio e infantil.
Me encanta Mojácar por la noche, ver las pequeñas luces que forman las casas colgadas en la montaña, me crea a la vez paz y ganas de llorar. Me gusta tu casa de día, porque en la noche me asustan las sombras que se forman en las habitaciones, sombras de fantasmas que velan por ti cuando estás solo. Me gustan esos ojos azules.
También me apasiona escalar acantilados de luz y piedra contigo, sin poder mirar hacia abajo porque da vértigo y risa, a la vez que tu caminas como si nada.
Me gustan tantas cosas, por ejemplo el color que se dibuja en la playa de Cabo de Gata por la noche desde la terraza de un bar con gato siamés al que le pongo de nombre Poty-poty y al que alimento a base de mollas de pan, el gato es pequeño me sonríe y maúlla a modo de despedida porque el camarero lo echa, esas pequeñas cosas me gustan más que muchas otras y me hacen feliz en ese momento.
Ahora no se me ocurre nada más que contar.

Virginia Fernández “Gustos”

lunes, octubre 09, 2006

La casa de Juana y Juan


Pintura : Manuel Gallardo

viernes, octubre 06, 2006

Me estoy leyendo a ti

Me estoy leyendo a ti y a tus cosas. Me leo a tus letras con razones y sin razones, me las trago sin respirar y de una vez. Me encanta el sabor pero me mareo a veces, es lindo lo que leo y cómo lo escribes también. Me encuentro a mi misma en muchos sitios, pero entre líneas y sin que se note. Te leo también en tus dibujos, en tus cuadros, en las fotos y en los mensajes secretos escritos con pilot negro detrás de los lienzos, que siempre ves y no me dices hasta que pasa mucho tiempo.
Tengo conversaciones trascendentales con las macetas, de esas que salvan al mundo en un pincelazo con sabor a reivindicación y demás, ya sabes a lo que me refiero, a ti también te gustan mucho y por eso me acuerdo de ti en esos momentos de reflexión.
Miles de papeles inundan tu estudio y yo aprovecho para estudiarte y leerte. En fin que me estoy estudiando a ti y a la vez me estudio a mi, porque al estudiarte me estudio, y me encanto contigo y desencanto en la misma proporción y dos veces al cuadrado. Me abstraigo con tus desvaríos varios rozando la esquizofrenia. Por no entenderte me pierdo y deambulo entre letras, vago y vago por millones de renglones manchados en tinta azul para luego encontrarme con tu cara traviesa que se esconde tras ese punto y coma del reglón veinticuatro del folio mil novecientos ochenta y uno, de repente me doy cuenta de que me está mirando, y esa risilla de niño pequeño que me mata. Otras veces, pero las que menos, si creo entenderte, pero solo lo creo y mi mirada perdida y pálida descansa por fin en el punto y seguido penúltimo de tu escrito.
Te veo de lejos.
Te echo de menos y tengo ganas de que me prestes a ti.

Virginia Fernández “Me estoy leyendo a ti”

Libros de carne

Me estoy leyendo a ti, creo que si, definitivamente esa es mi ultima respuesta, sobre todo teniendo en cuenta que me preguntas a estas horas y con estas luces y con estos personajes delante. No, no es tu sangre la que me une esta noche a ti, si ya lo sabes, así que no me preguntes, avieso y listillo. Sabes que son las tierras de escocia las que corren por mis venas hoy, el dulzor violento del agua de sus prados con hielos fríos, los que, sin alzar la voz, te han llamado a que te presentes otra vez como compañero de viaje, y no la sangre roja de las tierras ibéricas. Si, ya no leo tanto. Ya no me recuerdan con un libro como escudo, ni la gente se aleja temerosa de que use palabras raras para decir cosas simples y ligeras. Que no lo flipes tanto, anda, piensa por ti, me decían, no robes conclusiones ajenas, no mires por ventanas que no son tuyas. Lo comprendí bien rápido, mientras volaban las hojas rotas bajo el cielo estrellado. No leas tanto, decían, que así no pasas página de la novela mas importante, que eres tu mismo y tu vida. Me costó, claro que no fue fácil, pues toda imagen pide a gritos que la describan en su versión erótica y escrita. Lo primero que hice fue salir con las manos libres, y así, en vez de leer, miraba. Y vi que las conclusiones venían solas y naturales, sin hipérboles ni metáforas, sin adjetivos ni predicados, pero que sorpresa cuando, al pensar vi que de esas herramientas no me podía apartar, ya preso para siempre del análisis perpetuo. Ahora que no escribo, ni leo, pero si bebo, me doy cuenta que sigo haciéndolo, pero con el libro que tengo delante, la novela de mi mismo y mi vida, lo que ahora se simplifica en un montón de bebedores nocturnos apoyados sobre una barra y una ilusión de tapas blandas y efímeras que veo desde mi mesa. Lo que veo, en el fondo, eres tu, creo, me estoy leyendo a ti, pues creo en ti Dios y se que estas escrito en todo, en esta noche etílica y de cerrados libros de carne. Dios, que solo estoy.

Gideon Richardson “Libros de carne”

miércoles, octubre 04, 2006

Abandone de cortijo


Foto: Manuel Gallardo.

sábado, septiembre 30, 2006

Volando

Poco sé de la verdad categórica. Me van a perdonar pero no admito la lógica antilógica de la logística exacta. La verdad es que me pongo nerviosa cada vez que algún tipo me viene con la ciencia lógica de la exactitud de las narices. Me llamarás extravagante pero no admito en mi modesta opinión ni un minuto y tres segundos de tu magnificencia absoluta y del todo que te empeñas en pasear por la ciudad vieja en las noches frías montevideanas. Noches en las que se me saltan las lágrimas de puro frío que recala los huesos y es imposible recuperar. Bueno sí, puede que se pase el frío con algo de alcohol etílico mezclado con jugo de naranja preparado por Doña Chola, pero no siempre.
Me pregunto una y otra vez por qué se empeñan en hacernos creer que existe realmente esa verdad categórica, esa que algunos llaman la verdad verdadera, verdad como axioma, precisión matemática, dogma, exactitud, máxima, verdades amargas, irreflexivas e inviolables, verdades de a folio, científicas, que duelen, verdades como puños cerrados. Yo te digo no a eso, a lo otro y a todo lo demás, lo grito y me encaro contigo, así, sin más.
No, porque existen millones de matices, colores, no sólo uno, no sólo el blanco y el negro, sino miles. Existen las nubes donde perderse pensando, andar todo el día volando en ellas, a mí me encanta esa sensación, adoro lo irreal, lo que se desdibuja de nuestros ojos al cerrarlos, porque la vida es cambiante, la relatividad existe, y es lo que nos mueve. No puedo concebir la vida sin hacer volar mi imaginación, por eso me encanta el Espantapájaros I de Oliverio Girondo, porque yo tampoco concibo la vida sin volar, y mucho menos hacer el amor sin estar volando.

Virginia Fernández “Volando”

lunes, septiembre 25, 2006

El viento

Justo me asomé y te ví, andabas despistada por la calle, tu mirada me atravesaba sin verme, caminabas sin rumbo aparente, eras tan linda y tan ajena a la belleza que trasmitías, tu rostro pálido tenía una tristeza que sobrecogía, no pude evitar seguirte en tu paseo, doblaste desde la rambla hasta coger la avenida Mediterráneo, al llegar a la plaza de la Habana, torciste entrando en tu calle, donde vivías , era un edificio antiguo, muy alto, con tonos amarillentos que se notaban en decadencia, fue construido a principios de siglo por tus bisabuelos, todavía recuerdo cuando aquel lugar eran solares en los que apenas había nada, sólo algunos gatos que jugaban al parchís conmigo.
No era la primera vez que te seguía, me gustaba acompañarte en tus paseos, aunque no te dieras cuenta de mi presencia. Mis pasos eran más rápidos que los tuyos, pero yo paraba para ir a tu paso y así poder tocarte la cara.
Imaginaba historias imposibles, que me rompían el corazón, te estrechaba en mi abrazo sin que apenas lo percibieras, corrías de mí cerrando los ojos.
Intentaba seguirte pero en tu casa no podía entrar a no ser que me abrieras el balcón o la ventana, pocas veces lo hacías, me quedaba sin aliento mirándote a través de la ventana, observaba como te preparabas un baño o te sentabas a leer en el sofá.
Tu palidez me asustaba a veces, pensaba que te ibas a desmayar y ya nunca ibas a despertar, era tal mi obsesión que nunca abandonaba tu ciudad, apenas dormía velando por ti.
España no estaba en sus tiempos mejores y cada vez que salías a la calle me entraba un desasosiego que hacía que soplara con más inquietud, soldados por las calles no dejaban expresarse a nadie con dignidad, un velo que traslucía la realidad y mataba la libertad. Un día entraste en un edificio oscuro y ya nunca más saliste. Yo abandoné para siempre la ciudad.


Virginia Fernández “El viento”.

lunes, septiembre 18, 2006

No llores


Fotografía: Manuel Gallardo

miércoles, septiembre 13, 2006

Soñando

Yo te imagino así, sentado en una duna, con un turbante en la cabeza, sin dejar ver las canas, sin afeitar, mirando al infinito, pensando en las estrellas, en mí, recordando el poema 20 de Pablo Neruda, tarareándolo en tu cabeza, con barba de guiri , imaginando historias de guerreros y doncellas, vestido de pantalón y camisa marrones, intentando salvar el mundo a gritos que nadie oye, echando de menos el tiempo sin prisa que se vive en nuestro sur querido y anhelado cuando no se tiene, porque aunque tu estés más al sur de nuestro sur, éste siempre será el de la paz al mirar el mar y lo echas de menos, porque te conozco, aunque sigas sonriéndole a la vida y no me digas nada , me sonríes desde lejos, tocándome, pero sin mirarme a los ojos, nunca miras a los ojos.
A ratos te imagino sin embargo creyendo en ese cielo azul que te construiste a ti mismo para no herirte y que no te hirieran, y recordando las historias contadas a fuego lento de atardeceres de invierno y sobremesa, maldiciendo tu suerte y la de los tuyos, por haber nacido en tierra extraña, y no ser nada siéndolo todo, pero no te das cuenta, creo que nunca lo harás.
O de puro aburrimiento fotografiando las ramas de los árboles que no hay donde tú estás.
Cocinando en fuegos hechos con las manos, como antes lo hicieron otros, que se acostumbraron a esa vida y nunca se quejaron, luchándole a la vida sin pedir nada a cambio.
Como dijo el Florencio grande, a ratos me parece que el mundo es un conventillo grande y todos sus habitantes iguales en sus desilusiones y ansiedades, pequeñas vidas y sueños inalcanzables. En el fondo te admiro aunque no te lo diga. Y te imagino así desde este sur que te extraña a ratos.

Virginia Fernández “Soñando”

Viviendo

Yo te imagino así, llegando lenta mientras te espero, sin sorpresa, alargando la mano de tu abrazo para compartir el camino. Te imagino simple y clara, rotunda y silenciosa y escucho tranquilo la melodía de tu mensaje.
Serán los pájaros y la tierra, los niños y los árboles, los restos que serán de otro al marcharme contigo, lo que quede atrás y sea testigo de que nunca estuve. Dejaré la puerta abierta para que entre un viento tímido por las escaleras barridas, la cocina apagada y el salón oscuro e inerte y las plantas de mi terraza habré liberado allí donde la tierra aun respira y habré terminado de escribir mi ultima carta.
Habré estado de negro y solo mucho tiempo y mi guía será el sol, quemando los minutos últimos de mi razón en la cegadora luz de tu beso. Te imagino así, mientras muero viviendo.


Gideon Richardson “Viviendo”

domingo, septiembre 03, 2006

Pensamientos

Hay estancias en las que uno se siente a gusto consigo mismo y no quiere salir nunca, son agradables y se está bien, a mí por ejemplo me encanta estar en la cama siempre, pero uno no puede estar todo el día arriba de la cama por mucho que nos guste, llegaría un momento en el que nos agobiaríamos, porque en eso consiste, algo nos gusta mucho si no podemos tenerlo siempre, porque si lo tuviéramos quizás dejaría de gustarnos.
Hay momentos en los que hay que salir al mundo y afrontar la realidad. En invierno por ejemplo es la mejor época para invernar, ya lo dice la palabra.
Recuerdo una vez que estuve una semana entera sin salir de la casa, era una semana que tuve vacaciones, me quedaba una semana del año anterior que no había disfrutado, era invierno y se estaba bien, la chimenea estaba encendida y afuera lloviznaba, porque donde yo vivo llovizna, no llueve y cuando llueve es una fiesta, y cuando nieva más. Un día del invierno pasado nevó y no quería ir a trabajar, quería estar todo el rato asomada a la ventana y ver todo blanco, era lindo y me daba una sensación de paz.
Estuve sin salir toda la semana y cuando por fin salí al mundo, me di cuenta que el mundo existía y a veces era feo, porque la gente hacía cosas feas, a veces bonito, porque también hay miles de cosas por las que seguir, aunque por las mañanas te levantes, vayas andando hacia tu trabajo, y antes de llegar a él ya encuentres a gente que ha pasado la noche debajo de un puente, tapada con unos cartones, hay que salir de casa e intentar vivir porque si no, en un país donde los niveles de pobreza superan con creces a todo lo que lo rodea, una persona no viviría más de cincuenta años, moriría de pena o de hambre.

Virginia Fernández “Pensamientos”.

viernes, septiembre 01, 2006

Auxilio

Foto: Manuel Gallardo

jueves, agosto 10, 2006

Las panochas, Chu y mis amigos

Cuando era pequeño tenía manía al campo en verano, no me gustaba, iba con mis padres y mi hermano a recoger almendras o panochas, las panochas eran peor que las almendras porque estaban en bancales muy grandes y las tenía que coger todas, había muchas, una al lado de la otra y así todo el rato, cuando miraba al horizonte sólo veía panochas y me parecía imposible acabar, luego después de un rato grande terminaba, pero entonces había otro bancal igual de grande o más, cuando me acostaba por la noche sólo soñaba con panochas amarillas, azules y verdes, ah y rojas a veces.
Sin embargo, sí me gustaba ir al campo en invierno, cogía olivas, eso no me gustaba, pero sí ir al campo porque hacía frío, y porque me ponía una chaqueta de lana que tenía muchas bolas, era de mi abuelo, olía a caramelos de eucalipto todo el rato y me gustaba. A veces llovía y teníamos que salir corriendo, mi madre hacía migas y olía a tierra mojada, poníamos edredones en las camas y se estaba a gusto.
Anoche cené panocha, estaba rica, hacía mucho tiempo que no comía, ya no me acordaba del sabor, pero me gustó.
Ahora me gusta mucho escribir y contar historias de cuando era pequeño, como lo de las panochas o como cuando se vino una familia de intercambio a mi casa y mi gata Chu aprendió inglés, a tomar el té, a dormir en los edredones, y a acostarse muy temprano porque al día siguiente madrugaba para seguir con las clases intensivas, pues la familia solo se quedó una semana, en fin, que no aprendió inglés pero sí a decir: Nice to meet you!
Lo malo de todo esto es que cuando escribo algo, y les digo a mis amigos que lo lean, sólo saben decirme: ¿Pues no era edredón con hache?

VirginiaFernández “las panochas, Chu, y mis amigos”

viernes, agosto 04, 2006

Historias con final feliz

Por las ventanas salgo al mundo, y vago por calles desiertas sin luna, de desiertos sin final que forman las calles sin ti.
Nunca atravieso puertas cerradas a la vista de ojos cerrados que no quieren ver, ni tampoco paseo contigo hacia las despedidas, mientras éstas me sigan doliendo adentro, como lápiz sin punta, despedidas inciertas y veloces, a la vez que fugaces, aunque afuera dibuje sonrisa mi carilla pecosa y sin palabras.
Nunca me encuentras tocando en tu balcón, ni acariciando tu pelo despeinado y azul, pues me desbordan los desvaríos de mi razón, locuras que me inundan y entran en mi cabeza cuando quieren entender lo inexplicable y por supuesto no entienden, mientras se desespera la levedad de mi existir, tiritando de frío, aunque haga calor afuera, y viento que no deja ver.
Sueño sueños raros, de episodios e inciertas palabras de esperanza sin esperanza, de pastillas de colores, de dolor y rabia. Me turba ese sueño, me preocupo porque hoy no te veo, porque hoy saliste al mundo por la puerta, y eso es raro en ti, porque tú sales como yo al mundo por las ventanas, nunca por las puertas que marcan las pautas que deben seguir todos, menos los desahuciados, menos los tristes, los desamparados, los sin rostro, y sin nombre, todos menos tú y yo, y aquéllos que luchan a contracorriente.
Hoy voy a salir a buscarte por la ventana más pequeña que hay en mi casa, para que nadie me vea, saldré por ese recoveco que tú conoces a la calle del barrio más pobre de mi ciudad desvalijada por todos. No regresaré hasta traerte conmigo, mientras tu mano le susurre a la mía historias con final feliz, a la vez que paseemos por calles que ya no serán desiertos sin luna, sino con luna que bajará a bañarse al Cabo por la noche, a la vez que sonría.


VirginiaFernández “Historias con final feliz”

martes, agosto 01, 2006

miércoles, julio 26, 2006

Estoy mal con las frases

Estoy mal con las frases, desde que sé que te gustan, no quieren salir, entraron en una especie de timidez contenida, de letargo que desborda, de anclaje sin retorno, de mí sin ti. Me duermo en las entregas, muy a mi pesar, y en las esperas me desespero, me esfuerzo con esfuerzo, relato frases sin sentido, ni lógica, de historias posibles e imposibles, de ti, de nosotros, de mi terraza con tu hamaca, de mis pies desnudos y tus manos vacías, de tu nada. A todas me dices un no rotundo de esos que no tienen vuelta atrás, noes que caen sobre mi memoria desolada, y me pesan, como la soledad a la que me tienes acostumbrado, como la soledad de mi estantería llena de libros que no leo desde que te fuiste, y se llenan de polvo, como la que me crea “Rojo y negro” de Stendhal y su perturbadora dedicatoria que te hace inquietar y preguntar. Que antipática te pones con los noes que noan, con esos noes que te encantaron y copiaste de Oliverio Girondo, a la vez que te convertías en mi lu. Entonces desisto, mientras vago por mis pensamientos creyendo escuchar que me dices que sí, vago y vago entre divagaciones de tipo estoy mal con las frases, ellas no me entienden, y bla bla bla, es ahí donde me dices un te quiero, y que te parece perfecta esa frase, te vas tan contenta, como niña pequeña y feliz, como si nada hubiera ocurrido, es ahí donde te mataría, pero, sin embargo es donde te abrazo.
Aunque sigo pensando que realmente estoy mal con las dichosas frases, porque no me salen, no aparecen cuando las busco, ellas ya no me buscan a mi en la oscuridad, ya no me quieren es cierto, o tal vez me quieren.

VirginiaFernández “Estoy mal con las frases”

Actores y frases

Estoy mal con las frases, no me siento a gusto, no puedo seguirlas, voy detrás yo de ellas, y no yo en cabeza. Deberíamos reescribir el guión, dejarlo de tal forma para que yo pueda interpretar mi papel de forma correcta. Llevo encerrado más de un mes en la casa de campo de Lady Bullier, paseando por sus jardines, papeles en mano, durante jornadas completas, con las noticias distantes de la guerra, sumido en una especie de tristeza, no se si por la situación del país, o por el papel que me toca en esta obra. Me asusta pues cada día que pasa, cada rumor que llega, acerca más y más la pautas mismas que sigue nuestra obra, con la que sigue la locura que hoy se vive en las calles de la mano del hombre.
Hablan de pueblos arrasados de aquí a la frontera. De familias muertas y ganado pútrido. Hablan del fuego y la desolación, de la tormenta, de lo perdido y de que no hay marcha atrás. Hasta cuando los cañones seguirán latiendo en la noche, hasta cuando la inseguridad constante, no lo se, pero sí se que empiezo a sentirme un naufrago más que un hombre protegido. Los puertos están tomados, las rutas de las montañas son inaccesibles en estas fechas. Parece que el escenario es inequívoco.
Pues como le decía, necesito reescribir el guión con usted, para que en el discurso de la toma del poder mi pueblo no sospeche que me he vendido a ustedes.

Atentamente

GideonRichardson “Actores y frases”

viernes, julio 21, 2006

Descripciones

La cocina está llena de galletas, es más huele a galletas, tu perro ha salido a pasear, escribo bajo la luz del desencanto que me producen las ausencias de ti, la chimenea está encendida, mi gato duerme en la butaca de la abuela encima de un cojín azul, miro por la ventana, el cristal está empañado, lo limpio un poco y sigo mirando, me gusta ver a la gente, afuera está blanco porque ha nevado, aquí nunca nieva, hoy sí. En la cocina está tu paraguas, el que te encontraste paseando por Donosti el verano pasado cuando saliste a pasear y empezó a llover, lo encontraste olvidado en la ventana de un bar, lo cogiste, lo abriste y saliste corriendo, mientras una lágrima resbalaba por tu cara por la risa que te produjo el hecho de coger el paraguas, de repente dejó de llover, después me regalaste el paraguas, me gustó que me regalaras el paraguas, en general me gusta que me regales muchas cosas, aunque sea un papel de caramelo o una maceta con una semilla de una planta secreta. Después nos reímos del paraguas y de su dueño.
La cafetería de enfrente está llena de estudiantes, no paran de entrar y salir con las carpetas de apuntes y libros fotocopiados, hace frío, llevamos abrigos y jerseys, el jersey de Raúl tiene bolas, porque es viejo, a él le gustan esos jerseys, tiene uno que pone Sociedad Alcohólica, y es de hace tres años. Ayer fui a clase, hacía tiempo que no iba, la profesora de Filosofía no me reconoció. Todos siguen igual, paseé con Aintzane, sigue igual de bonita y me quiere, a ti también. Fuimos a comer a un restaurante Chino que hay en el la Calle Urbieta, después subimos a casa a tomar el postre, comimos galletas. Creo que ayer no pasó nada más.

VirginiaFernández.” Descripciones”

Galletas

La cocina está llena de galletas, sólo tienes que encontrarlas. Cada vez que mires debajo de algo tienes que poner ese algo en el fregadero, y si ese algo es comida al frigo. Galleta que encuentres, galleta para ti .Y luego, al cine en bici. Que es domingo. Los tres. Al pueblo. Retira la mesa, digo, busca galletas, por favor.

GideonRichardson “Galletas”

jueves, julio 20, 2006

Descripción de paseos nada serios

Paseó el sol por tu cuerpo, y tu cuerpo por la playa, mi mirada por la arena y por la arena tu sentir.
Amigo Pon se encontraba bajo el sol de mediodía, observaba y observaba como andabas hacia él. ¡Eh! chaval Es la segunda vez que aquí me encontrarás. Entre risas y extrañezas caminé hasta sentirme uno más en el trajín.
Me instalé sin darme cuenta en tu casa de limones, a la vez que el sol brillaba e intentaba camelarme, más aún que no lo ví, me encantaste a manos llenas, me llenaste con tu baile bajo el agua, sí, el de la jota, no imagines otra cosa y a aguantarse sin reír.
Te afanaste en conseguir los limones que traía bajo el brazo y sin maletas, más que no eran para ti, sino para hacer helados de limón, e invitarte a uno o dos antes de dormir.
Vislumbraste el linternazo que te dio mi radio-player, y lloraste porque sí. A su vez, Zebda no quiso acompañarte, pero al final lo conseguí.
De la mano de tu mano paseé por el sin fin de ocasiones que me diste de reír y sonreír.
Divagaste entre las risas, y dormiste bajo el sol, actuaste sin vergüenzas, y pintaste con fervor, descubriste mi carilla, te bañaste y a vivir, despertaste sin reír, mientras Pon se despedía con la mueca de su cara, y a otra cosa mariposa.
Paseó de nuevo el sol por tu cuerpo y por el mío y tu cuerpo por la playa, mi mirada por la arena, por la arena tu sentir, y un te quiero pululando otra vez me hizo reír.

VirginiaFernández “Descripción de paseos nada serios”

lunes, julio 17, 2006

Callejón de Cabo de Gata


Foto de Manuel Gallardo.

sábado, julio 08, 2006

Tiempo que corre y no entiende lo que dicen las palabras

Como siempre, su tiempo no llegó a tiempo para caber en un reloj, tampoco llegaron los minutos, ni los segundos, que eran los que más corrían, incluso los minuteros de los relojes llegaron al destiempo de parar el aguacero de lunas que les vino encima sin esperarlo, las estrellas tampoco pudieron esperar y escaparon a ese tiempo sin esperanza que son las noches sin ellas, claro que a su vez las manecillas de los relojes hicieron huelga y gritaron un no al tiempo de las horas sin ti, mientras las guerras terminaron al tiempo de no haber empezado nunca, que horror lo de las guerras, siempre atemporales, que catástrofe esto de las horas, que nunca quieren parar y siempre van con prisas, corren y corren atropellándose como ciudad con mucha gente en la que el tiempo es oro, como dicen algunos, y la gente corre sin parar y sin mirar a los ojos, con lo fundamental que es eso de mirar a los ojos, sobretodo cuando el tiempo no nos deja ver.
En el sur el tiempo se lo piensa dos veces antes de seguir corriendo, aquí el tiempo se calma después de comer y echa una siesta mientras los niños juegan a que duermen, y a inventar para no aburrirse al tiempo sin noches, y al tiempo con días y con muchos juegos, por ejemplo juegos que consistan en esconderse detrás de los armarios para que el tiempo no los encuentre, y a esconderse debajo de las camas de sus abuelas para hacerlas rabiar, al tiempo que ellas les tiran armónicas a la cabeza por no dejarlas dormir.
Sin embargo, tú si llegaste a tiempo de verme pelear con el tiempo por un trozo de luz al anochecer y conseguirlo, a la vez que el tiempo intentaba hablar a las palabras, pero las palabras ya no entienden lo que pasa con el tiempo, yo tampoco, ni tú.

VirginiaFernández “Tiempo que corre y no entiende lo que dicen las palabras”

viernes, junio 30, 2006

Por ejemplo, un día cualquiera

Por ejemplo, un día cualquiera de cualquier mes de cualquier año en cualquier lugar de tu imaginación, soñé contigo y con tu abrigo de lana, salí a pasear cogida de la mano de un gato refunfuñón llamado Cotufus, desvarié con el dolor de cabeza que me producen los insomnios del día siguiente, lloré ante las puertas y los puertos a los que me llevó Girondo, encaminé mis pasos hacia los tuyos sin saberlo, te conocí, borré del mapa de mis recuerdos los retazos de noches malolientes e interminables, me encariñé contigo y tus historias contadas locamente bajo los efectos del desazón que producen las incertidumbres, me balanceé en tus noches solitarias, te hablé sin parar, imaginé mil historias para después regalárselas a la imaginación de la nada que habita en mi, subí la cuesta de tu casa casi sin aliento para descansar contigo, abrigué los fríos días invernales que sólo existen en ese lugar que tú y yo conocemos.
Por ejemplo, un día cualquiera a cualquier hora pasó de todo, subí al autobús, mientras mi jefe dimitía de su puesto al recibir una carta con una pata de una araña en su interior, que no se quién le envió al leer Maravillosas ocupaciones de Cortázar, mientras él estaba de vacaciones, escribí una carta con un cuento, me ilusioné, encontré una rana azul en mi piscina y se quedó a vivir allí, la adopté, reí con ella, lloré cuando me abandonó por un rey para luego volver a reír cuando volvió.
Por ejemplo, un día cualquiera mi perro se fugó con su novia y luego escribió sus memorias.
Todo eso y mucho más ocurrió un día cualquiera de cualquier mes de cualquier año en cualquier lugar de tu imaginación y por ejemplo ese cualquier día pudo ser un viernes de un mes par de un año normal.

VirginiaFernández “Por ejemplo, un día cualquiera”

viernes, junio 23, 2006

Palabras

Yo estoy todo el rato acordándome de la palabra caligrafía y también de la palabra antitetánica, porque me gusta como suenan, me gusta el sonido de todas las tes juntas, o el de la ca, me encanta escuchar la quu y la ele, por eso me gusta el nombre de Micaela o el nombre de Claudio, ya verás, repítelos en voz alta, fíjate bien, pero olvídate del significado, sólo escucha el sonido que forman las letras. También está bien, inspira y hace que entre sueño, escuchar todas estas palabras: desierto, primavera, madreselva, cadera, tubular, vida, mandrágora. Sobre todo tubular y mandrágora ¿Verdad? ah! y ultramarinos. Tengo más, mira: pérgola, maleable, envolvente, noria, fluir, glosario, tic-tac.
Sin embargo me gustan menos las palabras idiota, eufonía, tropezón, tambor, botella, ermitaño, giratorio, trepador, tramontana, reja o salto, porque la fo, la bo, la tre o la tra suenan mal. Odio las palabras carrera, oficial y guerra. La palabra rimbombante no me gusta nada, chaparrón tampoco me gusta, sí su significado, pero no chaparrón encima, chaparrón visto desde una ventana por ejemplo.
Por supuesto me encanta la palabra llover, no obstante, la palabra memoria me gusta más, y feldespato, también, tergiversar, carcoma, percusión, paz, luz y tormenta.
Busco letras que formen palabras, pero no para plantarlas en macetas y ponerlas en el balcón, sí para sacarlas a pasear, porque si no se aburren si se quedan todo el día encima del papel ganduleando y más si es en un papel blanco, porque si es en azul les gusta más, o en verde. No las uso para ponerles mantequilla, ni jamón dulce. Sí para formar frases.
Lo cierto es que adoro las palabras en general y la que forma tu nombre en particular, adoro a la eme, a la a, a la ere, a la ca, a la e y a la ele.

VirginiaFernández “Palabras”

domingo, junio 18, 2006

Perdí mi bolsa de frases.

Perdí mi bolsa de frases y ahora solo puedo mirarte. Salí al balcón a ver si estabas, quería contarte que las frases se me escaparon, dejándome triste como niña pequeña sin juguetes, pero tampoco te encontré a ti, ni siquiera tú estabas en la esquina, tú que siempre andas en la calle, sonriendo a la nada y con la cara pintada de blanco.
Las frases se fueron el jueves por la tarde del 37 de Junio a las 17:15, ¿A que es bonita la fecha?, apuntaré esta fecha en mi agenda, solo la utilizo cuando estoy triste, por lo que la voy a llamar agenda de días tristes, cuando estoy contenta no me acuerdo de que existe y ando todo el día como loca por la calle.
Es una buena fecha para salir a pasear la del jueves 37 de junio, ¿No crees? Lo malo es que las frases se fueron sin mí, y las echo de menos, sin ellas estoy perdida, echaron a andar metidas en su bolsa, las vi por la calle, paseando como si nada, iban saltando en su bolsa transparente, estuvieron a punto de ser atropelladas, pero ellas como si nada, seguían su camino sin reparar en que yo las estaba mirando desde el balcón, ¿Te imaginas? Iban hacia la playa, creo que querían bañarse, ni siquiera se despidieron de mí, ni me preguntaron si yo quería ir. Las vi como se emborronaron con el agua de la playa, que traté de borrar con la goma que te robé el otro día, la que utilizas para lavarte la cara, pero no hubo manera, seguían mojando todo y haciendo un ruido como plaf plaf o como plof plof.
Hoy ando más contenta porque han vuelto, tú también has vuelto, te veo desde aquí haciendo de payaso. Ahora salgo a pasear.

Fin

VirginiaFernández “Perdí mi bolsa de frases”

miércoles, junio 14, 2006

Infancia robada

Escultura en hierro de : Manuel Gallardo

miércoles, junio 07, 2006

Ya no estarás tras los murmullos de la rejas.

Ya no estarás tras los murmullos de las rejas, ni asomado a las esquinas cuando pase paseando de la mano de tu reloj sin prisa que me acompaña a cada paso. Gritos ensordecedores llenaran mi cabeza desde ahora, gritos sin mensaje, sin sentido, sin letras que formen palabras bonitas.
Ya no seré la misma al recordar, porque no serás tú el que me escuche agazapado por el miedo de la distancia sin barreras que nos creamos tú y yo hace tiempo, barreras inalcanzables, que asfixian, agotan tu ser y lo llenan de desencanto.
Ya no pasearé cogida de tu mano por las desvalidas tardes de invierno cuando la lluvia visite la estancia gris de tu imaginación y poco a poco la ilumine.
Ya no vendrás a despertarme de madrugada con tu voz callada, ni saldrás volando con un temblor de mariposa al anochecer sin mirar atrás sabiéndome observadora de tus lentos movimientos mientras una lágrima resbale por mi cara paseando por todo el cuerpo hasta llegar al final.
Ya nada será igual, porque todo eso es del ayer, pertenece a nuestra infancia callada y desarmada, tan desarmada como nos encontramos ahora, como siempre hemos estado, solos, huérfanos de palabras esperadas, de palabras que cayeran sobre nuestros oídos despacio y nos salvaran. Como muchas veces lo has hecho, salvarme del precipicio que se abre bajo mis pies. Palabras que se escucharan caer despacio, como el suave manto que cubre tus párpados cuando no miran, pero están mirando algo, a lo que mi recuerdo no llega.
Todo esto que te cuento pertenece a aquello que fuimos sin saberlo. Pasa camuflado en tu mirada cuando te acercas a mi. Me sonríe desde lejos, y no me toca, es casi inapreciable, es tal a una suave caricia imaginada y me gusta, como tú.

VirginiaFernández “Ya no estarás tras los murmullos de la rejas.”

viernes, junio 02, 2006

Las nubes en la vida de Eder

Eder estaba quemando nubes de algodón, pero de a poco, porque si las dejas mucho rato se ponen negras, se derriten y no se pueden comer. El rosa va perdiendo su color, ya sabes que éste no es un rosa normal, sino un rosa de nube, o mejor, un rosa de nube de algodón. Por eso justo cuando están tostadas es cuando tienes que sacarlas del fuego.
Para poder quemar nubes de algodón en la vida de Eder se tienen que dar dos circunstancias. Una es que encuentres el alambre adecuado en la cochera. Y otra es que sea la noche de San Juan, que es cuando su abuelo lo deja comer todas las nubes de algodón que él quiera. Eder es huérfano y en las noches de San Juan sale a pasear de la mano de su abuelo y de una nube.

Fin

VirginiaFernández. “Las nubes en la vida de Eder”

lunes, mayo 29, 2006

Lo bello y lo triste

El tren olía a bolígrafo, era azul y me gustaba, aunque realmente lo que me llamaba la atención no era el tren en sí, sino la sensación que me producía observar a la chica pálida que iba sentada enfrente de mí, tenía ojos azules y estaba muy triste. Iba sentada al lado de una señora mayor que supongo sería su madre, no paraba de mirar por la ventanilla, a pesar de que era de noche y no se veía el paisaje, yo a su vez aprovechaba para mirarla en el reflejo del cristal, mientras hacía como que leía “Lo bello y lo triste” de Yasunari Kawabata. Qué guapa era. Intenté llamar su atención de alguna manera, sin conseguirlo. Ella estaba sumida en no se qué pensamientos, que abstraían su mente de lo que la rodeaba en ese momento, es decir la señora sentada a su lado y yo, únicos viajeros en ese vagón. No se cuál sería su punto de destino. Yo estaría viajando aproximadamente unas seis horas y cuarenta y cinco minutos, según me habían indicado en la estación, así que tenía toda la noche por delante y unas nulas ganas de dormir, por lo que decidí seguir con mi libro. Poco a poco fui cayendo en un sueño profundo, en el que soñé con girasoles amarillos y flores exóticas en alguna ciudad oriental, tal como Shangai o Tokio, o tal vez Kioto. Desperté sobresaltado por un movimiento del tren y miré hacia el asiento de la chica. No estaba allí, aunque la señora que la acompañaba si se encontraba en el lugar donde la había dejado antes de dormirme, descansaba. Me levanté y salí al pasillo a fumar un cigarrillo. Vi que la muchacha venía hacia nuestro compartimento, al llegar a mi altura noté como rozaba mi mano, dándome un papel doblado, sentí un escalofrío. Volvió a su sitio, y el pasillo del tren se me hizo cada vez más y más pequeño. No vi nada más, el tren cayó por un precipicio. Fue todo tan rápido, de mi garganta escuché salir un grito ahogado. Abrí los ojos en medio del caos y de la gente gritando, estaba sudando. Me encontraba solo en el vagón, estaba amaneciendo, el tren seguía su camino, y en mi mano había un papel arrugado escrito con bolígrafo azul, en el que se leía: Regresad o moriré.

VirginiaFernández “Lo bello y lo triste”

jueves, mayo 25, 2006

martes, mayo 23, 2006

Vidas caóticas

No tengo frases, solo silencios sonoros. Ni imaginación que compense tus preguntas. Si tengo, y por tanto digo sí a:
Comunicarse, expresar, ser comprendido, no serlo; interrelacionarse, evolucionar, quedarse en casa por la noche, morir, vivir; estar, no; irse, volver; comer, descansar, dormir, leer toda una tarde, por ejemplo Rayuela de Cortázar; tener un gato con una novia llamada Pinzi y bebés; volver a ser otra vez sin darme cuenta, estar en alguna parte en algún momento determinado de mi vida sin estar; sentirse bien; correr, más bien poco; reír, llorar, reír llorando; no volver a ese lugar más; subir montañas; tener una tortuga que tome el sol, tener a Chu; no matricularse nunca más de cursos a distancia; salir contigo y reírme mucho, por ejemplo dejarme el carnet de conducir en casa, no importarme, irme contigo, escuchar que me dices que voy arreglada con los pantalones árabes, estar rara todo el rato, escuchar decir son tontos y reírme otra vez a carcajadas, tener agujetas en la cara, no poder gesticular, estar cansada, no querer irme de aquí nunca, hablar de Benedetti cuando ya es muy tarde, preguntar a cualquiera si le gusta y ver su cara extrañada ante la pregunta, no enterarme de nada de lo que me susurras al oído, lo siento, decir que sí; ver que haces esculturas de hierro en forma de pollos explotados que trabajan todo el santo día y llevan en el pico tornillos, porque son mecánicos; que subas y bajes y vuelvas a subir; que te canses, que duermas bien, que te sientas bien, que ensayes delante del espejo, que pintes; volver a reír, que me regales fotos raras; ir al Pavana; pasear; no subir andando hasta Mojácar pueblo desde la fuente en un día caluroso, con sol y con la calle cortada; bajar, no entender, no tener frases, sí silencios sonoros, no imaginación para compensar tus preguntas, si sueños. Si te quieros.

VirginiaFernández “Vidas caóticas”

martes, mayo 16, 2006

Paula


De vez en cuando regreso a esos lugares que me llenan los ojos de luz y de lágrimas, de cuestas sin fin, de paisajes desérticos, de casas encaladas, de nada, de todo a la vez. De ese color de quietud, del color blanco, que sólo he visto aquí. No hay otro lugar que tenga esos colores, en todo el mundo. De la playa y la arena, de la niñez, de ti, de mi, de nosotros. De señoras mayores, con caras arrugadas, con una sonrisa puesta, con pañuelos en el pelo para resguardarse del sol y vestidos negros. Donde a veces te sientes extraño y observado. Donde yo no soy yo, sino la proyección de mí sobre ti. Donde existe paz. Donde te conocí. Ese lugar donde se encuentran las raíces del mundo.
En ese lugar me asomo y te veo de lejos, te observo y estás tan guapa Paula. Pasas descalza, tu risa se entremezcla con el silencio disparatado de este lugar.
Desfilan por mis ojos poco a poco esas sensaciones de color azul, o así es como yo las veo e intuyo, todo es tan raro, porque no me imagino aquí, y sin embargo estoy.
De vez en cuando te echo tanto de menos, aunque no te lo diga. Es cuando regreso otra vez a esos lugares en los que no existe el invierno y todo el rato huele a café.

VirginiaFernández “Paula”
Fotografía: Cedida por GideonRichardson. Calle de Mojácar.

domingo, mayo 07, 2006

Los inventores


Hay dos amigos en una cabaña encima de un árbol. Los amigos llevan abrigos y bufandas. Es invierno y juegan. Llueve y ellos están en la cabaña encima del árbol. Juegan a ser mayores, son niños pero crecen, no se dan cuenta. El invierno pasa, la primavera, el verano y el otoño, ellos siguen jugando, se inventan juegos para no aburrirse. El cielo ahora es de colores, ellos sonríen. Fabrican sus tirachinas con trozos de madera y cuero que encuentran por los alrededores de la ermita. La ermita es vieja, dentro hay un búho, y muchos trastos viejos de la Chacha. El búho es enorme, casi como ellos de grande y tiene los ojos muy abiertos, los mira con curiosidad, parece que les quisiera decir que lo dejasen ir. A ellos les gusta. Un día el búho no está allí, y no se sabe más de él, en toda la vida.
Tiran piedras a la fuente mientras las mujeres lavan. Hacen el intento de cazar pájaros en las minas de los alrededores. Cantan en la máquina cantadora, que no es otra que una piedra en forma de piano, mientras los mayores van al campo, viven de eso, son pobres, pero ricos. Son felices, no lo saben, siguen creciendo. Se escapan de casa y van a bañarse a las balsas, el papa Juan los sigue sigiloso y les quita la ropa, tienen que volver a casa desnudos, son niños pero aún así, ya saben lo que significa la palabra vergüenza, esperan que sea de noche para volver a casa, la mama Carlota los espera, les da la cena y los acuesta sin que el padre se de cuenta, se acuestan muy rápido. Al día siguiente inventan el cine, y lo ponen en una casa abandonada a las afueras del pueblo, cobran entradas y de mayores quieren ser inventores.

VirginiaFernández “Los inventores”
Fotografía: Del mejor graffitero de Graná "Ese niño"

domingo, abril 30, 2006

Juan, El Chapas

Juan, el Chapas, dormía su pobreza como si fuese rico; dormía en un cajero de banco, y la vivía de igual modo: de banco en banco, por el parque. Cada día a la misma hora se levantaba y seguía una misma ruta, paseaba por las mismas calles desiertas, aunque llenas de gente, vacías. Todos los días bajaba por la Calle Sierpes, doblaba la esquina y se adentraba en la estación de tren, allí pasaba las horas mirando cómo la gente se despedía de sus familiares, cómo cogían trenes sin rumbo que los llevaría a quién sabe dónde; otros volvían y tenían reencuentros con sus amantes, se abrazaban y besaban como si en ello les fuera la vida; niños con abuelos de la mano paseando como él. Una nostalgia lo invadía entonces, no sabía nada de su hija, la buscaba entre las caras de la gente, pero en vano, muchos años atrás habían dejado de verse; abuelas pidiendo en las aceras; gamberros jugando y metiéndose con todo el mundo, le tiraban piedras y reían sin parar. No se cansaba de ver a la gente ir de un lado a otro, ni de contar los raíles que nunca acababa de contar. Así la veía pasar, tranquilo, sin prisas, sin amargarse demasiado. Nunca sabía cómo iba a terminar ese día o si tendría fin. Había días en que todo le parecía igual y otros días en los que el sol brillaba de forma especial para él, o eso creía, las nubes parecían reírse y bailar. En fin, todos los días se levantaba temprano, cuando el bullicio no le dejaba conciliar el sueño, ese sueño que tan rápido lo visitaba por las noches después de ingerir alcohol en pequeñas proporciones de cartón barato, alcohol que lo ayudaba a no pasar frío durante las noches frías de invierno. Su casa estaba en la Plaza Altamira, justo en la esquina izquierda si miras la plaza desde abajo, es decir desde la calle Barraquer; le había costado mucho conseguir esa especie de hogar a la intemperie, que era el cajero en el que cada noche se veía morir un poco más, pero al fin y al cabo era su casa, donde amanecía todos los días rodeado de cartones viejos, que hacían a la vez de cama, de manta, o de mantel según fuera el caso. Estaba tranquilo y no tenía miedo porque sabía que si algo debía de ocurrirle, le pasaría de igual modo. Unas semanas atrás se había instalado con él Sam, un perro sin raza, muy grande, lo solía acompañar a todos sitios, la gente los miraban de reojo cuando iban paseando por el Paseo, porque realmente imponía, era un animal de proporciones exageradas para ser perro, en fin, pero era noble como el viejo Juan el Chapas, él lo sabía y con eso le bastaba. En la vida de Juan también había un niño que lo solía seguir todas las tardes por las calles de Almería, el niño lo observaba, desde lejos, parecía que le tuviera miedo, siempre andaba por fuera de la acera, metido en la carretera por donde circulaban los coches, era algo que al viejo le llamaba la atención, no sabía por qué lo hacía, pero le hacía gracia, porque cuando él era pequeño también había tenido esa costumbre. El niño se llamaba Basilio. Un día Juan el chapas dormía tranquilamente en el banco del parque Federico García Lorca y notó como si alguien andara cerca, miró de reojo y vio a Basilio acercándose sigiloso, cuando estaba muy cerca de él Juan abrió los ojos, el niño se asustó, pero Juan le dijo que no corriera, que quería ser su amigo, Basilio sonrió, entonces Juan le preguntó que por qué andaba fuera de las aceras. Basilio volvió a sonreír y dijo: -Señor porque así lo hacen las personas mayores. Y sin dejarlo parpadear prosiguió: - Y no se enfade, pero lo sigo a todas partes porque usted es mi abuelo. Entonces una sonrisa iluminó al viejo. Ese día era de los especiales pensó.

VirginiaFernández “Juan, el Chapas”

miércoles, abril 19, 2006

Los parentescos

Déjame contarte algo que quisiera que me contaras. El comienzo de los comienzos. Sí, es difícil, pero todos hemos tenido ese principio, más o menos difícil o doloroso, según la situación, pero no deja de ser comienzo o final de algo, según se mire. Antes tengo que hacer un preámbulo, es decir, explicarte cosas que deben ser entendidas antes de empezar una historia. Mira Mi Lu, primero tienes que saber qué son las táteles, las mámeles y las búbeles, porque sin comprender eso no podemos empezar. Me has preguntado que si una tátele es una Amelie o una Adele, pues te digo que sí, pero quiero que sepas que todos los niños del mundo tienen táteles o casi todos y no todos se llaman Amelie o Adele, puede que se llamen Narea o Ainés o también pueden ser Denis o Ibai o muchos más nombres, éstos son los hermanos de nuestros padres. Si nuestros padres no tienen hermanos no tenemos táteles y es muy triste porque no podemos jugar con ellos, ni nos hacen cosquillas, ni nada. Por todo esto yo soy tu tátele Amelie, me quieres y me gusta cuando me dices txori te echo de menos. Por otra parte resulta que las mámeles son las mamás, las mamás de nuestras mamás son las búbeles, las queremos mucho y a su vez ellas nos quieren. Y así todo el rato, ¿Ves qué fácil?.
Bueno, pues la mámele Baia está muy triste porque la tátele Adele se ha tenido que ir lejos, y la razón es muy complicada, porque las personas mayores hacen cosas complicadas y sin sentido, ni lógica, aunque ellas crean todo lo contrario. Luego se escriben cartas con fotos y letras. La tátele cuando nos escribe nos cuenta que está bien y quiere que vayamos todos a vivir allí, dice que allí la gente es buena y la tratan muy bien. Por otra parte la mámele no quiere dejar su casa, pero también está harta de que le pinten letras feas en su fachada. Por eso la mámele llora y te abraza y tú no lo entiendes. Tampoco sabes lo que son los parentescos, sólo te ríes y le haces cosquillas, luego vienes a que tu tálele te explique las cosas de los mayores y todas las letras raras que forman palabras raras, pero pasa que a veces yo no se contarlas como tú quieres que las cuente.

VirginiaFernández “Los parentescos”

lunes, abril 17, 2006

Chicou


Por cortesía de : Manuel Gallardo.

martes, abril 11, 2006

Conversación de un uruguayo que anda enamorao

Todos estamos llenos de despistes y de franquezas, ¿Qué querés que te diga?. El otro día lo iba hablando con la flaca del quinto. ¡Qué mina linda Ché! . Todos los días me la cruzo por la escalera, me tiene refrito con esos ojos azules. Me mira y me transforma, soy otra persona, de repente me vuelvo amable con el prójimo, hasta una sonrisa aparece en mi rostro, se me pinta como si lo hiciera el propio Picasso en un momento de inspiración, dos pinceladas y ya, imaginad el nombre del cuadro :”Uruguayo con sonrisa”. Sí una sonrisa como caída del cielo y ¡Ché! uno no está acostumbrado a estos cambios de carácter, luego pasa lo que pasa, las habladurías por el barrio, que si el gallego anda cambiao, que ya no es el que era, que está mal por un asunto de faldas, que anda raro, que no viene más por el boliche y bla bla bla, ¡Qué aburrido!. Yo que todo el día ando con el drama , este mal carácter me ha andao acompañando durante mis treinta y cuatro años. Pues vos sabés que cuando la veo desaparece, se esconde como si fuera un caracol al sol, me vuelvo solícito, educado, lo que se dice todo un tipo de bien, como diría mi vieja. En fin, será el amor que me visitó, tocó a mi estancia sin avisar y se quedó instalado acá, conmigo, durmiendo a mi lado. ¡Pero mina linda, qué has hecho! . Que sí que ya se que no me pegá, que tu no me imaginás así, pero oye uno es humano, no atemporal como vos creés. Uno tiene su pequeño corazoncito, hermana: siente, ríe, llora, habla, canta , vive, incluso se va a la compra y de farra, en fin todas esas pequeñas cosas que hacen, cuando se suman, al ser humano que soy, o creo ser. Ché me pongo sentimental y no me va, hazme un favor: Paráme el carro. Ciao bella.

Fin.

Virginia Fernández

miércoles, abril 05, 2006

Monólogo sobre los nadies, tú y yo

“Los nadies, los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos”. Eso somos nosotros. Todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, blancos y negros, todos diferentes pero iguales a la vez, aunque creamos lo contrario. Aunque te entristezca. Tenemos nuestro pequeño momento de gloria, creemos que somos los más importantes, que todo gira a nuestro alrededor, que sin nosotros no existiría el mundo, o por lo menos el que nos rodea, y no es así. Tenemos nuestra burbuja a medida, como la que el Principito le hizo a su planta para que no pasara frío en invierno, o calor en verano, para que ningún animalillo que andara despistado y suelto por ahí se la comiera. Pues igual, nosotros andamos en nuestro mundo prefabricado y no nos damos cuenta de que todo es efímero, y mentira, ¿No te das cuenta? Nos creemos el centro del universo y nos equivocamos a cada momento. Es triste, no lo podemos cambiar. Si miras al cielo, por la noche, en verano, tiene que ser una noche despejada y sin luz, tienes que estar tumbado mirando hacia arriba, si ves las estrellas te darás cuenta de lo que te digo. Es muy sencillo, en muchas otras circunstancias puedes tener esa sensación de vacío existencial, no es nada triste. A mi me gusta la sensación, porque el sin sentido que veo, me hace ver el sentido de las cosas y del mundo mucho mejor. A mi solo me pasa cuando miro a las estrellas en verano, ¿Has visto qué raro?. A lo mejor a ti no te pasa, o te pasa muchas veces, en millones de sitios y espacios, ojalá, porque verás todo mejor. Yo cuando lo siento me doy cuenta de todo, me doy cuenta de que lo que me rodea no tiene valor alguno, o tiene muchísimo, o de que la gente que me rodea se equivoca constantemente y miente, o dice la verdad a medias o la verdad simplemente, ¡Qué bien cuando es así!. Veo que yo me equivoco muchas veces, o no. Pensarás que estoy loca. Si lo haces lo entenderé. Ya sabes que te escribo para escribirme, y que me encanta cuando me dices te odio, sobretodo en los momentos de ver, porque se lo que significa.

Fin.

Virginia Fernández.

viernes, marzo 31, 2006

Mi yo conmigo y sin mí

Estaba hasta las cejas de barro cuando te vi aparecer por la esquina, abrumas con tu mirada de ausencias que no esperan, de gritos ahogados, de pasos agigantados, de sufrimientos y despertares sin mis ojos, de buscarme entre la gente, por el metro, por el parque, de felicidades instantáneas, de ti sin mi, de echar de menos, de querer, de eso y de todo lo demás que ya sabes. Todo eso es lo que veo en tus ojos cuando te miro, cuando te veo aparecer por esa esquina, me pongo nerviosa al verte. Yo llena de barro te espero y despeinada como niña traviesa y mal criada que soy.
Te alegras al verme por supuesto y sonríes, yo estoy sucia, con barro en la ropa, con barro hasta las cejas y en la calle como siempre que me encuentras, es de casualidad, pero de una casualidad buscada, de esa que la sabes sin saber, la buscas sin buscar, te la encuentras de repente, te sorprendes y te alegras.
A ti te da igual que vaya sucia porque no ves mi ropa, sino a mi, a mi y a mis ojos, a mi y a mi yo. A veces lo saco a pasear y no lo dejo escondido. La verdad es que no me gusta dejarlo en casa, pero a veces no hay más remedio, ya sabes que odio tener que sonreír cuando no quiero, odio estar seria cuado quiero reírme a carcajadas, odio odiar, pero es así a veces. A ti tampoco te gusta odiar, te pones feo y malhumorado cuando lo haces, me da risa el pensarlo, en el fondo me gustas también así.
A ese yo es al que tú ves y te gusta claro, te llena de alegría porque te lo noto enseguida. A mi me gusta también, somos más felices mi yo conmigo que sin mi, y tú con mi yo. Somos pequeños, pero crecemos y nos alejamos.

Fin.

Virginia Fernández

lunes, marzo 20, 2006

Sweet bottle


Por cortesía de : Manuel Gallardo

lunes, marzo 13, 2006

Un caramelo dentro de un calcetín

Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy, un caramelo dentro de un calcetín, porque se tiene que estar muy a gusto, caliente y a oscuras para dormir todo lo que quieras, además los caramelos dentro de los calcetines tienen que endulzar la vida del que usa el calcetín por eso te metí uno dentro de tu par de calcetines, para endulzártela. Mira primero se endulzan los pies, luego las piernas, luego los brazos y sube hacia arriba hasta la cabeza y te sientes como borracho, pero es una borrachera diferente, como empalagosa y dulce a la vez. Estaba dormida y escuché el sonido, sabía que era el del tacto del caramelo dentro del calcetín, es un sonido muy particular, pero inconfundible suena como a desenvolver un regalo, como a envolver dentro de un periódico un libro, como cuando te regalan flores y las coges con cuidado para que no se rompan, no sé, ¿Cómo explicarte?, como cuando mueven bolsas y tu estás durmiendo, pero en la habitación de al lado y se escucha a lo lejos, es decir como el poema 20 de Pablo Neruda que dice : “Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos”. Pues así. El caso es que me hice la disimulada y pensé ya me ha pillado, sabía sin verlo que estabas tocando el caramelo, además sólo tú eres capaz de encontrar en un cajón lleno de ropa interior los calcetines que tienen caramelos dentro, y yo ya lo sabía sin verte reír, ya sabes como soy. También se como eres tú y sabía que justo después de ese sonido vendría la pregunta, es decir, ¿Qué hace un caramelo dentro de mis calcetines?. Me reí y ruboricé a la vez, pensando en qué estarías pensando, lo que pasa es que no te diste cuenta porque yo estaba dentro del edredón muy a gusto, casi como si fuera un caramelo dentro de tu calcetín, y no me veías la cara. Entonces escuché que me decías, ¿Estos calcetines son míos?, y no te lo pude confesar porque me moría de vergüenza, sólo te dije que no te comieras el caramelo y que los calcetines eran míos, pero en realidad son los tuyos, los negros de invierno que me gusta ponerme para dormir, pero desde que metí el caramelo ya no me los pongo porque si no, no causarían el efecto, es decir el de endulzar al propietario, o sea a ti. De hecho te está endulzando, de a poco, se te nota cuando miras. El caramelo es un Sugus azul.

Fin.


Virginia Fernández.

Esto empieza

Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy, pero no puedo ser menos, qué le vamos a hacer. En el coche, una limusina, sentado sobre piel fina y bajo cristales ahumados, voy yo, de piel fina y llevo gafas ahumadas para que no se me reconozca. Quisiera parar el coche con una orden contundente. Bajar del auto, dejar el maletín en el coche, desbrocharme la corbata y lanzar al aire estas gafas y que el sol me ciegue. Unirme a los transeúntes, a esa familia que camina tranquila, o a esos chavales, que despreocupados, caminan sonrientes por la acera. Quisiera ese mismo peso sobre mis hombros, la de la vida cotidiana. Pero alguien tiene que preservar esto, y quien lo hace, no lo disfruta, créeme.
No recuerdo la última vez que fui “normal”. Creo que desde que fui elegido, la verdad, siempre he sido presidente. Uno deja de acordarse de lo que fue antes y da por sentado que siempre ha sido así, aunque caminé un largo trecho para llegar, se me ha olvidado el camino recorrido, sinceramente. El peso, que siempre es mucho, hace que las responsabilidades sean aplastantes para muchos, pero yo creo que he nacido para esto, es evidente. Detractores encontré al igual que mucho apoyo. Siempre dependiendo de los intereses de cada uno, incluso los míos, claro. Pero ahora estoy en la cima y hay mucho que hacer.
Estamos llegando. Esto está lleno de gente. No pasa nada. Los guardaespaldas salen antes, comprueban el perímetro, dan su consentimiento, podemos salir, está todo bajo control. Parece mentira, y suspiro. Vamos.
Espero que este partido lo ganemos, así estaremos un paso más cercano a Tercera Regional. Mojácar Fútbol Club lo merece. Te dejo, esto empieza.

Fin.


Por cortesía de : Gideon Richardson.

viernes, marzo 10, 2006

Sueños

Entró, observó, saludó y se fue. La habitación estaba iluminada, pero cuando se marchó cambiaron los colores, se oscurecieron por su ausencia. O ¿Serían mis ojos que lloraron e hicieron que el cielo fuera gris en ese momento? Su rostro era perfecto como de marfil, como de mariposa, como de luz y desapareció, como la lluvia, como la ausencia que deja la muerte, como la ausencia que dejó al morir. Al parecer es un sueño, ¿No os ha pasado a veces, que cuando despertáis de un sueño parece que todavía estuvieras en él?, eso me ocurre cuando despierto de un sueño de repente, por algo que te ha sucedido en él, que te ha hecho estremecer por miedo, alegría, y demás circunstancias fuera de lo normal que hacen que el subconsciente nos eche una mano y nos diga, tranquila, no pasa nada, todo ha pasado, era un sueño, despierta. Me desperté con esa sensación y tenía ganas de contártelo, contarte que te había visto, que estabas vivo y me abrazabas susurrando que no me enfadara si te ibas lejos, pero no estabas, no se que era peor, el sueño o la realidad. Estoy toda la mañana con esa sensación de estar viviéndolo aún, entre somnolienta y despierta ando, vago por las calles como un fantasma sin saber adónde ir, es una sensación de vacío, de soledad, pero a la vez de bienestar, de tranquilidad, de reconciliación con el mundo y todo porque te he visto, no se lo puedo contar a nadie, porque es una sensación rara, y muy mía. Además no sabría explicarlo. En la calle hay mucho bullicio, por las mañanas siempre es así, a medida que va pasando el día todo se va tranquilizando poco a poco hasta que la ciudad se duerme. Admiro la capacidad de comunicación que tienen muchas personas, a mi me cuesta mucho transmitir lo que pienso y siento. Antes no era así. Quedo con tu hermana para tomar un café en La Rambla, yo se que se preocupa por mí, intenta parecer optimista, habla sin parar, me cuenta un poco de todo y al escuchar su voz voy recobrando el sentido, voy despertando y dándome cuenta de que existe el mundo , me abraza y me da un beso. Voy tranquilizándome poco a poco. Se que esta sensación se irá, desaparecerá como todo en la vida, pero todavía no quiero dejar de pensar en ti, es pronto, mi conciencia tampoco me deja. Estoy triste. Algún día nos volveremos a ver, lo sé, por eso estoy tranquila.

Fin.

Virginia Fernández.

Bajo las estrellas de Agosto

Entró, observó, saludó y se fue. Sin más. Menudo era. Un mal bicho, como decían muchos. Escaso de palabras, sin apenas trato con nadie las pocas veces que aparecía por el bar. A mi no me extrañaba. La verdad, ¿qué había que decir? No mucho. Su mujer, siempre desaparecida, no le quería mucho. Es más, le quería poco, y él se pasaba las noches de verano buscándola, ya casi como un rito, mientras los demás le veíamos caminar, de puerta en puerta, de bar en bar, siempre con la misma pregunta en los labios. Incluso se podía decir que se había acostumbrado a ello, y que la búsqueda formaba parte de él y su relación con ella. Yo creo que en el fondo, por venir de donde venía, por su educación y su pasado, el buscarla ya era de por sí un acto de amor. El salir de casa, recién afeitado, bajo las estrellas de agosto, después de un horario laboral de 12 horas, en su busca, era amor. No tenía otro momento del día para hacerlo. Hubiera estado bien, no sé, que ella hubiera esperado, aunque hubiese sido un viernes cualquiera, a que él volviera, por lo menos una vez, que no tuviera él que buscarla, si no encontrarla, directamente, al abrir la puerta. Como camarero, filósofo y observador de la noche, se lo dejé saber a ella, una noche en que ella apenas se tenía en pie, cuando le serví la última copa de la noche. Esa que no se paga.
Sé que mi consejo hizo algo de mella en ella, creo que sé hablar a la gente y que me escucha. Cuando se lo sugerí, a ella pareció venirle algo a la mente, como si yo le hubiera dado una clave. Días más tarde supimos que efectivamente una noche de esas él la encontró en casa al volver, pero ella quizá lo entendió al revés, y le esperaba acompañada, en su propia cama. Creo que en el fondo, incluso las cosas que queremos decir con mucho ahínco, las cosas que nos quieren salir por el pecho, que no nos dejan dormir, esas cosas que realmente cambiarían nuestras vidas si las pudiéramos sacar, y que nos da tanto miedo decir, salen, por un lado o por otro, pero salen, en palabras o en acciones.
Ella se ha marchado del lugar para siempre con su amante. Feliz e infeliz a la vez. Me han preguntado, días después que dónde está él, ese mal bicho que no habla nunca. Yo les digo la verdad, que entró, observó, saludó y se fue. No como un emperador precisamente. Sigue buscando y creo que si, cualquier noche de estas me pregunta, le diré la verdad, que acaba de irse, seguramente en su busca.


Por cortesía de : Gideon Richardson.

viernes, marzo 03, 2006

Benedetti-Cortázar

Ya mi rostro de vos cierra los ojos, y es una soledad tan desolada.
Ya mi yo te da la espalda para cuando te vuelva a encontrar sea otra vez sorpresa como la primera vez y risa.
Ya mis labios se cierran, pero es en una sonrisa esta vez, pero de echar de menos sin llorar, claro.
Ya mis oídos no escuchan, ni buscan, ni nada, tienen frío y no está el gorro de invierno, ni la bufanda de colores, te los llevas. Y el gorro me echa de menos porque me quiere, me comprende y es tuyo. La bufanda te quiere a ti porque es mía. También llueve y hace frío.
Ya mis manos no están porque se van con las tuyas de paseo y se ríen de nosotros porque ellas se dan la mano y se besan en el parque delante de todos y no les da vergüenza.
Ya mis ojos no miran porque no te ven. O te ven sin mirarte. Entonces lloran.
Ya mis pies no quieren correr porque no estás para hacerlos reír. Y Tu rana se ha escapado desde que te has ido, estaba triste y salió a buscarte. Mi gato se fue con ella para que no tuviera frío por la noche.
Y cuando menos me lo espero, me doy la vuelta y estás ahí, entonces mis ojos sonríen, mi rostro parece de fresa, mi yo salta y corre. Todo se transforma, cambia, se da la vuelta para verte sonreír con cara de niño travieso. Además te quiero, y hace tiempo y frío.

Fin
Virginia Fernández.

Dulce pesadilla

Ya mi rostro de vos cierra los ojos y es una soledad tan desolada, porque al dormir no me mira y sin ser mirado ya no existo. Se cierran los mundos bajo sus párpados y no giro y se acaban las estaciones amorosas, y las nubes quietas, dejan de llover sobre los campos necesitados de mi piel.
Ya sus manos de vos no mueven el aire en que siento, y no hay aves libres en el cielo. Sin estaciones ni aves ni cielos, mientras ella duerme, devastado, la miro. Cruza galaxias en su dormir, cruza océanos de pensamientos galácticos y mares de estrellas que la quieren consigo. Mientras la miro, sus ojos estrellados de sueños dulces y lejanos y yo sobre la cama de tierra quieta, planto besos para cuando vuelva y que estén crecidos para que los recoja despierta.
Ya mi sueño de vos es cierto. Ya tu despertar ocurre, y siento vivo el tiempo, y voy a la cocina incierta de comidas muertas y preparo el desayuno. Mi vida. Buenos días.

Fin
Por cortesía de : Gideon Richardson.

jueves, febrero 23, 2006

Donde ser pequeño es:

- No cambies, anda , nunca. ¿Sabes? a mi me gustaría tener una cabaña en el campo.- Dije yo.
- ¿Cómo te gustaría que fuera?.- Me dijiste.
- Pues así, mira te la dibujo.- Entonces saqué una libreta y un lápiz y dibujé una casa, pero la casa no estaba bien dibujada.
- Que bonita.- Sonreíste al decirlo.
- Pero no me ha salido como yo la quería, ¿Te gusta?.- Te dije.
- A ver que te la voy a dibujar yo,¿ así?.- Cogiste mi libreta y la dibujaste.
- ¿Cómo lo sabías?.- Te pregunté. Entonces sonreíste.

A mi cuando escribo me gusta ser una niña, como la de arriba, y ver las cosas de esa forma peculiar, donde las nubes juegan conmigo si se lo pido, y hacen formas raras para mí, donde soy una bruja buena y pelirroja, con una rana en mi jardín, que toma el sol y cuando hace frío se refugia en el porche, con muchos gatos también y la perrina. Donde la luna me roba los juguetes, para luego devolvérmelos cuando vuelve a salir, que seguro era mi hermano que me los escondía y yo creía que era la luna. Donde en la casa de mi abuelo por la noche el reflejo de los espejos en la pared son fantasmas malos, y por más que se lo diga, no me cree, dice que él no los ve. Donde las calles estrechas se quedan en la memoria y parece que son enormes, y cuando creces y vas te llevas un chasco porque tú no las recordabas así, sino el triple de grandes. Donde los veranos son muy calurosos sin aire acondicionado y hay balsas para ir a bañarse con los otros niños, por ejemplo con Collao, Rocío, Esther y muchos más. Donde los gatos a veces son los hijos, y al Cabezonado le da un aire. Donde juegas a no hablar y estás mucho rato callada y se preocupan por ti pensando que te ha pasado cualquier cosa. Donde en el recreo del colegio juegas a los Pitufos y tu maestro es el que más sabe de todos, sobretodo si te cuenta historias de mitología griega y de Ulises, en vez de enseñarte lengua o matemáticas, como no. Donde la gente cuando crece no cambia. Donde juegas en una ermita vieja y parece que estuviera llena de tesoros. Y cuando eres pequeña te gustan mucho las escaleras de las casas, siempre que vas a una casa, en lo primero que te fijas es en eso, si tiene te gusta si no, no. Me encanta jugar con las escaleras las subo y bajo muchas veces, como si fuera un castillo. Y me escondo. No cambies, anda, nunca, te oigo decir.

Fin.

Virginia Fernández

No cambies


No cambies, anda, nunca, las cosas que ya están consolidadas. Te lo digo, porque me dicen, me cuentan, que andas por ahí, gritando al mundo, que puedes cambiar las cosas. Es más, dices que el mismo mundo puede cambiarse así mismo, cuando y como quiera. ¿De qué vas? Estás liando la cosa, por si no lo sabes. Cambiar no es tan fácil, y menos para el mundo, y tú, mucho menos. ¿Crees que con las palabras como arma vas a hacer algo? ¿Crees en serio que la gente cambia, así por así, porque tú lo digas? Las cosas son como son por una razón, y no hay razón para cambiar esto. Si no fuera así, ¿crees que seguiríamos viviendo así? ¿En serio crees que no se ha intentado antes, antes que tú, antes de que las cosas fueran para siempre así? Es la última vez que quiero oírte decir que hay posibilidades de cambiar nada. La naturaleza. ¿Cómo demonios te has atrevido a hablar de la naturaleza como amiga nuestra? ¿Pero dónde vives tú? ¿En un bosque? No, ¿verdad? ¿Acaso cazas lo que comes? No, ¿verdad? ¿Cuida ella de ti? No, ¿verdad? Para eso estoy yo. Está claro. Que te calles. Luego hablas de no sé qué cosa de unirnos todos contra el mal. Hablas de drogas, de atentados contra la salud en general, de violaciones de los derechos más fundamentales por parte de una minoría poderosa que no mira más que por sus propios beneficios, pagando los inocentes, incluso con su vida. Te atreves a afirmar que existen casos comprobados de manipulaciones de la información, haciéndonos creer incluso que las cosas que son no son, y viceversa. Bien bien, vas muy bien enfilado, en serio, hacia tu final. Abogas ciegamente por una justicia injustificada, que no existe, una esperanza tan lejana que ni su forma se adivina. Una verdad, que seguramente, está escrita con B, de …banal. Que te calles te he dicho. Manipulaciones de la verdad, ¿pero en serio te crees eso? Todo está claro desde el principio. El que no lo tiene nada claro eres tú, me temo. Guerras, ¿qué tienes tú en contra de la guerras? ¿Es que aquí nos matamos a tiros? No, ¿verdad? A ti qué te importa que las minorías se inventen razones para conquistar países. ¿De qué inocentes me estás hablando? ¿Los conoces personalmente? ¿Son tu familia? ¿Amigos, conocidos? ¿Tan siquiera sabes dónde están esos países? Mencionas continuamente el petróleo, ese material que come tu coche para llegar a todos los sitios donde vas y a los que quieres llegar. ¿Y qué pasa con el dichoso carburante? ¿Contra eso también pones el grito en el aire? Lo que faltaba. Si, si, ya sé, energías limpias y renovables. ¿Qué, con lejía nos vamos a mover ahora? El viento déjalo para los molinos quijotescos, que ya ni se usan, por alguna razón será, y no me vengas con las placas solares, que aquí solo tomamos el sol los domingos y puede que durante la semana los lagartos. Pero de ahí no pases. Ya, los recursos. Mira, te lo diré una vez, y no más, si quieres seguir en nuestro partido será mejor que no cambies, anda, nunca. Si lo haces, sal por esa puerta y no vuelvas, que nosotros estamos aquí para gobernar, no para arreglar el mundo, ni nada. Si, si, lo que has oído; para gobernar, con G mayúscula. Ni se te ocurra mencionar otra vez la palabra corrupción. Mira, me has hartado. Sal de aquí y que no te vuelva a ver. ¿Qué dices? ¿Cómo vas a crear tu propio partido? ¿Qué tu programa político será mejor que el nuestro? Ya, claro, la verdad por delante. Es cierto en parte lo que dices, pagarás como ciudadano inocente que eres. Venga, adiós y suerte.

Por cortesía de: Gideon Richardson.

miércoles, febrero 22, 2006

Tipos de abrazos

Con un abrazo se confunde todo, incluso el hielo más duro, la amistad más grande, el amor y yo no quiero confundir con abrazar, porque a mi siempre me han gustado los abrazos, es más creo que sin abrazos no podría vivir, son más importantes que los besos y mira que los besos son importantes, creo que nada es más placentero después de una larga conversación y un beso que un abrazo. Pero hay muchos tipos de abrazos, por otra parte, están los abrazos de colores, que son los que los niños te dan, o sea los que yo te doy, mis abrazos son de colores porque son de niño y me gustan porque son de esos en los que cuando los das y te los dan te sientes protegido, sientes que te envuelven, pero yo creo que ese tipo de abrazo solo te lo doy a ti, porque cuando abrazo a mi madre, ella me dice que ese abrazo no es de colores, sino de lluvia fresca y otras veces me dice que es de nube, bueno yo se dar muchos tipos de abrazos, pero para ti solo utilizo el de colores porque sé que te gusta el arco-iris. Luego están los abrazos de sabores que son los que me das tú, esos abrazos son dulces y parece que me esté comiendo un caramelo de fresa o un helado de chocolate, nadie me da abrazos de sabores como tú. El otro día iba andando por la Avda. Cabo de Gata y vi como una pareja de enamorados se daba un abrazo, me quedé pensativa porque ese tipo de abrazo no lo había visto antes, era azul y era muy bonito. Luego los abrazos que me daba mi abuelo eran de oso panda y mira que no me gustan los osos, pero esos abrazos me encantaban. En fin, que te mando un abrazo de cada tipo por todos los besos de colores que tú me das.

Fin.

Virginia Fernández.