Porque ya después de la llamada, la vida ya no era la misma, subirse al autobús tenía otros matices, otros colores diferentes, nada que ver con el momento justo anterior a esa voz tuya que me transportaba a otros lugares y paisajes. Esta ciudad se convertía entonces en una maravilla de lugar, esta ciudad-laberinto se volvía rectilínea y naranja. La ciudad se convertía en desconocida y dislocada. Se convertía en ciudad de pasajes acompasados, paisajes de noctámbulo, llenos de rincones, espacios abiertos, el mar, pensamientos, presentimientos, ilusiones y un largo etcétera que me convendría no recordar, un ritmo acompasado de mi corazón latiendo rápido, esperando volver a escuchar tu voz ronca y casual, en admiración y con connotaciones de tejado.
Texto: Virginia Fernández “Ciudad-laberinto en clave de voz”
martes, septiembre 02, 2008
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